Prólogo de Mario Pera al e-book: Carlos Oquendo de Amat. Homenaje por los 110 años de su nacimiento (1905-2015)
Carlos Oquendo de Amat. Homenaje por los 110 años de su nacimiento (1905-2015)
Por: Mario Pera.
En la poesía peruana de inicios del siglo xx destaca una figura por lo efímero de su existencia y por lo trascendental e innovador de su obra literaria. Frente al referente mayor de la lírica nacional, César Vallejo (1892-1938), se encuentra un poeta cuya obra, tras su trágica vida y muerte, permaneció en el más injusto olvido pero que, como designio de toda buena poesía, vio reivindicado el poder de su palabra.
El poeta Carlos Oquendo de Amat nació en la ciudad de Puno-Perú, en abril de 1905, producto de la unión del médico Carlos Oquendo Álvarez y de Zoraida Amat Machicao. Desde muy niño vivió a salto de mata, como sería su destino. A los tres años, en 1908, debió abandonar su ciudad natal para instalarse con su familia en Lima, ello debido a la persecución política en la que se vio envuelto su padre por los sectores políticos conservadores. Poco después de instalado en Lima, el dr. Oquendo tuvo que viajar nuevamente, esta vez al norte, a la búsqueda de un trabajo pues en la capital, por su ideario político, se le cerraron las puertas. El niño Oquendo quedó así sólo con su madre, iniciando sus estudios escolares en Lima para terminarlos en el colegio Nuestra Señora de Guadalupe.
Es interesante destacar el contexto en el que Oquendo vivió su niñez y adolescencia. A inicios del siglo xx se dieron profundos cambios e innovaciones tecnológicas, lo que no pasó desapercibido para el joven poeta quien creció viendo la masificación de diversos inventos como la electricidad, el automóvil, la radio, el avión, el cine, el teléfono, etc. Entre todos estos hubo uno que llamó especialmente la atención del poeta, el cine. Hacia 1913 se podían ver en Lima diversas películas del cine mudo. Ello facilitaba el conocer ciudades como Nueva York, París, Viena o Amberes sin salir de Lima, a través del écran. No cabe duda que Oquendo se embelesó con las historias, actuaciones y los efectos cinematográficos que, aunque escasos por aquella época, lucían increíbles ante los ojos de niños y adultos. En aquella época surgieron las primeras estrellas cinematográficas, en plena época dorada de Hollywood, entre otros la Chica del cabello dorado, Mary Pickford, George Walsh o el Sex-symbol italiano Rodolfo Valentino. El joven poeta era fiel asistente al cine Campoamor, al que ingresaba libre al conocer al portero. Sin duda el cine, como nueva forma de expresión artística y tecnológica, maravilló al joven vate y lo estimuló e hizo soñar con una innovación en la poesía, arte que conoció desde muy joven por el apoyo intelectual de su padre, tanto como por las influencias que debió tener en Puno, ciudad a la que viajaba esporádicamente para visitar a su familia. Y aquí debemos recordar, que en las primeras décadas del siglo xx las ciudades del Altiplano recibían información cultural directamente desde Europa y los EE.UU. vía Argentina. Puno se encontraba, en aquellos años, más conectado culturalmente con el extranjero que con la propia Lima.
Con 13 años de edad Oquendo perdió a su padre. El doctor falleció en 1918 dejando al poeta y a doña Zoraida en total abandono económico, en la que de por sí era una vida económicamente limitada. El golpe emocional debió ser grande para un Oquendo adolescente que debía enfrentarse a la vida con el único apoyo de su madre, quien en esos años empezaba a caer en las garras del alcoholismo así como a padecer enfermedades que obligaron al vate altiplánico a madurar más pronto de lo esperado. Doña Zoraida falleció no mucho después, en 1923, dejando al poeta devastado y, a decir de sus amigos, en un pro-fundo trance de tristeza y depresión.
Para ese entonces, en 1922, el poeta había ingresado a estudiar Letras a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Fue en los claustros de la Decana de América en donde conoció a otros jóvenes con inclinaciones líricas como él y con quienes trabó gran amistad; entre otros los hermanos Enrique y Ricardo Peña Barrenechea, Xavier Abril, Martín Adán, Armando Bazán, su íntimo amigo Adalberto Varallanos, su befefactor Manuel Beingolea y Emilio Goyburu, quien ilustraría la portada de su único poemario, el célebre 5 metros de poemas (1927).
Es en aquellos años que Oquendo de Amat se vincula estrechamente con la Vanguardia, y adopta un estilo de vida licencioso y bohemio. Se hace cada vez más evidente un deseo de ruptura, de forjar un nuevo camino para hacer y entender el arte tras una cruenta Primera Guerra Mundial (1914-1918). El poeta puneño venía publicando poemas en diversas revistas del Perú desde la década de 1920, especialmente en Amauta de José Carlos Mariátegui, quien se convirtió en su maestro y amigo cercano desde que los presentara el ya mencionado poeta Xavier Abril. Fue en Amauta en donde publicó varios de los poemas que más tarde serían parte de su único poemario, uno de los mayores y quizás el más reconocido de la Vanguardia literaria latinoamericana.
5 metros de poemas fue impreso el 31 de diciembre de 1927 en Minerva, imprenta de propiedad de Mariátegui. Habiendo sido publicado en una fecha simbólica, el poemario no entró en circulación sino dos años más tarde, en 1929, y en el tiraje mínimo de trescientos ejemplares. La repercusión mediática de esta primera edición fue, en aquel momento, mínima. Así también el súbito viaje del poeta fuera del país, así como su pronta muerte fueron una espesa capa de polvo que se asentaron sobre aquel poemario, cubriéndolo a los ojos de la crítica y de los lectores por varias décadas. No fue sino gracias al trabajo arduo de investigación desarrollado por Carlos Meneses Cárdenas, y por el discurso La literatura es fuego que el ahora Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa pronunció en 1967 en Venezuela, que la figura de Carlos Oquendo de Amat volvió a la palestra, y su poesía a ser leída tras la primera reedición, en 1968, de sus 5 metros de poemas, reedición efectuada por la editorial peruana Decantar. Fue así como casi cuarenta años después, Oquendo fue instalándose poco a poco en el parnaso de los grandes poetas vanguardistas latinoamericanos del siglo xx.
Aquel poemario resulta ser el perfecto producto de su tiempo. Una muestra palpable del vanguardismo en el que se fusionan con maestría las dos pasiones de su autor: la poesía y el cine, construyendo un artefacto que puede ser leído como un libro, o visto como un film. Se trata de un poemario no sólo innovador sino también vigoroso, denso aunque no exento por ello de ritmo; una película compuesta por veinte escenas o golpes visuales al lector, varios de los cuales nos dejan en la lona por knock out. La disposición tipográfica no hace sino servir a lo que se comunica. No es únicamente continente sino, además, parte importante del contenido. El lenguaje es, en 5 metros de poemas, materia en permanente transformación que enriquece a los poemas dotándolos con una estética particular. La disposición del texto en las hojas, por ende, no es gratuita, sino conforma la más clara evidencia de un intento (perfectamente logrado) de una nueva construcción estética, la que envuelve a la par una construcción cinematográfica de la que se vale Oquendo para utilizar ciertos recursos del cine aplicados a la lírica, logrando un vínculo aún más cercano pues dialoga con un receptor que no sólo lee sino que también observa una escena cinematográfica al tratarse de poemas en extremo visuales.
Los textos que constituyen 5 metros de poemas, están llenos de ruptura con lo clásico, de reflexión sobre el mundo en que habita el poeta; sobre el futuro que este vislumbra y sobre el universo propio que creó para su obra. Una obra que evidencia una tristeza profunda, incontenible, pero también grandes trazos de humor y de amor, elementos estos últimos poco usuales en la lírica peruana.
Tras la publicación de tu ahora célebre poemario, las vicisitudes continuaron. Y es que su amistad con Mariátegui no sólo lo abrió ante un mundo literario innovador, sino que lo vinculó y ganó para la lucha en pro de los ideales comunistas. Tras pocos meses Oquendo dejó de ser únicamente el poeta soñador y juguetón, y pasó a ser un escritor comprometido con los cambios sociales de su país y un luchador por la igualdad de derechos y las mejoras de los desposeídos. Aquel nuevo proselitismo político comunista le granjeó persecuciones y enemistades, repitiéndose en él la historia paterna.
Para 1930 Oquendo había sido excarcelado luego de pasar un breve tiempo en prisión bajo el cargo de comunismo. La prisión afectó seriamente al poeta no solo en su salud física sino, también, en lo emocional, teniendo que hacer frente a la pérdida de uno de sus mejores amigos y guía político, José Carlos Mariátegui. Para algunos de sus biógrafos tanto la persecución política, como la muerte de Mariátegui en aquel año, fueron factores determinantes para que Oquendo decidiera emigrar sin destino cierto, lo que lo llevó por un azaroso camino; primero a Panamá, en donde fue arrestado por haberse fugado supuestamente de la justicia peruana (encarcelación de la que escapó como fue su vida, cinematográficamente, escabulléndose una noche con la ayuda de un camarada comunista), y luego a Europa, a Francia específicamente, a donde arribó un Oquendo sin un cobre en el bolsillo, con una maleta vieja, unas cuantas copias de sus 5 metros de poemas y, lo más importante, con una salud por entero resquebrajada.
El poeta de la camisa colorada permaneció poco tiempo en la capital francesa. Allí se vio con uno de sus amigos, el poeta Enrique Peña Barrenechea, y pese a que tenían amigos en común, es poco probable que se cruzara con otro poeta que vivía por aquellos años en Paris, César Vallejo.
Motivos desconocidos lo llevaron a viajar a Madrid, quizá alentado por el inicial éxito de los Republicanos españoles. De poco valió el esfuerzo puesto que antes de una semana en Madrid, Oquendo fue internado en el hospital San Carlos por su mal estado de salud. Corrían los días finales de 1935, y allí permaneció menos de dos meses. Según relata Raúl Porras Barrenechea, primo de Ricardo Peña Barrenechea, el poeta atribuía el empeoramiento de su estado al lugar en el que se encontraba. Por ello, Porras gestionó su traslado a Navacerrada, al sanatorio de Guadarrama, especializado en enfermedades respiratorias como la que aquejaba al vate puneño. Estando en Guadarrama, ya en 1936, un restablecimiento inicial hizo pensar en que su débil cuerpo superaría la enfermedad que lo aquejaba; no obstante, la recaída fue tan fuerte que para cuando llegó a visitarlo Enrique Chanyek, estudiante de medicina comisionado por Porras para ayudarlo, éste sólo pudo recoger su maleta, aquella vieja y desvencijada compañera que lo siguió fiel por aquel mortal periplo.
Sus restos fueron enterrados sin una lápida en el cementerio del pueblo, y con los años tanto su figura como su breve obra poética cayeron en un olvido que duró décadas hasta que su gran talento lírico y la remembranza que hizo Mario Vargas Llosa de él y de su compromiso literario al recibir el premio Rómulo Gallegos en 1967, lo devolvió a la escena literaria mundial.
Poco tiempo pasó para que el también escritor Jorge Meneses Cárdenas, encontrar la tumba de Oquendo de Amat, la cual estaba sin lápida pero era perfectamente recordada por el enterrador del pueblo, quien había enterrado al poeta a quien recordaba como El Peruano. Es así que Meneses ubicó la tumba en el cementerio de Navacerrada, a las afueras de Madrid. Poco años más tarde, en 1973, una comitiva de poetas peruanos encabezados por el poeta Arturo Corcuera fueron a visitarlo a la par de realizar las gestiones ante el Instituto Nacional de Cultura del Perú para que ese organismo sufragara los gastos de la compra de una lápida para el vate peruano. Se compró e instaló una lápida de piedra, siendo este un paso fundamental para la recuperación de la obra de Oquendo y el inicio del análisis de su importancia en la tradición lírica latinoamericana.
Intentar comprender las vicisitudes y tragedias que rondaron y ensombrecieron al poeta a lo largo de su vida es una tarea inútil. Lo verdaderamente valioso emergió de su esfuerzo por superarlas y de la tenacidad de su pluma, siempre fiel a su instinto creativo. Y, en ese sentido, dirigimos este volumen; en el que reunimos diferentes textos sobre la poética oquendiana a manera de homenaje por el 110 aniversario de su nacimiento (1905 – 2015), textos publicados por Vallejo & Co. en la Semana homenaje a Carlos Oquendo de Amat y en los que se examina desde muy distintas perspectivas la escasa pero significativa obra poética del autor. El volumen es complementado con una selección de algunos de sus mejores poemas y un esclarecedor dossier fotográfico que nos permite conocer la intimidad de quien por décadas fue el secreto mejor olvidado de la poesía vanguardista latinoamericana.
FUENTE: https://irisnews.net/carlos-oquendo-de-amat-5-metros-de-poemas-5-metri-di-poesia/
Mario Pera