"(...) Lo cierto es que Oquendo atendía a quienes requerían de él en el Portal de San Agustín, allí leía mientras caminaba de un lado hacia el otro, sin descanso. Era considerado un sabio por los jóvenes, traía la palabra de Mariátegui, su muerte estaba fresca y los 7 ensayos una novedad. Se sabía a Marx, era un docto en cine como en poesía, y en lengua francesa. Eran muchos los que acercaban, aunque con muchos recelos, su tuberculosis era más famosa que la de Chopin."
El muchacho de la camisa roja
Por: Omar Aramayo
Carlos Oquendo de Amat es una de las personalidades políticas más interesantes y dramáticas que ha dado el Perú. Su padre, el doctor Carlos Belisario Oquendo Álvarez, estudió en París y se hizo comtiano, discípulo del positivismo. El poeta y periodista Emilio Armaza, lo relata en un bello epistolario, que aun conservo.
Oquendo, médico y periodista, a su retorno a Puno, fue diputado y miembro de la Honorable Junta Departamental. Trajo a Puno las ideas vanguardistas de la época, el eslogan de su periódico El Siglo, era: “independiente política, libre en religión,”. Fundó la Iglesia de la Razón, bajo los preceptos de Comte; quienes no están bien enterados lo hace masón. No fue masón. En todo caso, esto desató las iras de la iglesia católica, que lo hostilizó sin medida, los kukufatos de la época dirigidos por el obispo Pueyrredón llevaron la procesión de la Virgen de la Candelaria a las puertas de su casa, en jirón Moquegua, lo maldijeron y obligaron a salir de Puno, a él y la familia.
Comte publicó el Catecismo Positivista o Exposición Sumaria de la Religión Universal, en dos tomos, como culminación de su inmensa tarea de agitador y conductor intelectual. En una de sus páginas dice: "Resulta, pues, que el Oriente y el Occidente deben de buscar, fuera de toda teología y de toda metafísica las bases sistemáticas de su comunión intelectual y moral". Alucinante tratado de una religión formal, cuyo culto es la razón, cuando una religión por naturaleza se define por la fe; el catecismo incluye una relación de libros que el feligrés necesariamente debe leer, había que ser culto para pertenecer a esa feligresía, además de los planos para la construcción de sus templos en el mundo entero. El doctor Oquendo Álvarez fundó esta iglesia en Puno, lo cual lo hizo acreedor a un castigo con exceso de maldad, sevicia.
Tremenda la tragedia de la familia Oquendo Amat, el galeno y político había forjado una pequeña fortuna, tenía un establo de leche, una pequeña sala de proyección de cine mudo, imprenta y periódico para defender sus ideas, y por cierto atención médica, era médico graduado en La Sorbona. De modo que tuvo que marchar a las sierras de Tayabamba primero y luego a las de Huancavelica. Y la familia se disgregó. Doña Zoraida madre de Carlos vino a Barrios Altos, en aquel entonces barrio elegante. Los Oquendo de la Flor, de Lima no le prestaron el apoyo suficiente. El médico y su esposa murieron al poco tiempo, relativamente jóvenes, y Carlos quedó huérfano, al desamparo, a no ser por la poesía infinita.
Con el tiempo Oquendo, fue alumno de Alberto Ureta, delicado poeta modernista, iqueño, en el colegio Guadalupe; en sus patios y pasadizos a diario vio discurrir a Vallejo, que vivía en aquellos momentos sus peores cuitas de amor, aunque la procesión siempre va por dentro. Allí se hizo virtuoso lector de poesía contemporánea, y cófrade de los poetas del momento. Junto a Ricardo y Enrique Peña Barrenechea, Martín Adán, y Xavier Abril, toda la aristocracia de la palabra, visitaba a Eguren en su casa de Barranco, cada sábado en la tarde o el día que convinieran. Eguren era su pensamiento y guía, a él le dedica un bello poema publicado en Amauta. Eran los tiempos del tranvía y los ternos bien planchados.
Como consecuencia natural desemboca en jirón Washington, en casa del Amauta; y en Minerva, imprenta manejada por su hermano, publica los Cinco Metros de Poesía. Mariátegui siente gran afecto por Oquendo y su poesía. De la poesía pasan a la conversación política, por cierto Carlos, es terreno fecundo y preparado. Del comtismo al marxismo no hay un salto dialéctico, un paso nomás, ambos son movimientos racionalistas y ambos vienen del socialismo utópico. Comte fue secretario de Saint Simón, semejante personalidad, con la cual luego ásperamente disiente. Marx en realidad es un gran positivista, el pasó más allá, al más acá. En el Rincón Rojo ve su futuro y su pasado, la lucha social; en su infancia y su adolescencia dolorosa, lo había entrevisto. Era la oportunidad para volver al padre, al bronco rumor de la cocina política, a la zozobra y a la esperanza del cambio.
Oquendo tenía una memoria prodigiosa, se sabía el Kapital de Marx de memoria,don Jacier Mayorga, el más importante profesor de sociología lo contaba en los 60; en los treinta había sido estudiante y aspirante a militante, cuando el marxismo bogaba en su marea alta.
Lo cierto, es que Oquendo atendía a quienes requerían de sus conocimientos en el Portal de San Agustín, allí leía mientras caminaba de un lado hacia el otro, sin cansancio. Era considerado un sabio por estudiantes y obreros, traía la palabra de Mariátegui, su muerte estaba fresca y los 7 ensayos era novedad. Se sabía a Marx, era un docto en cine como en poesía, y en lengua francesa. Muchos se le acercaban con recelo y posiblemente sin distancia social, su tuberculosis era más famosa que la de Chopin y todos sus conciertos para piano.
En Arequipa no solamente era un teórico; el abogado José Sotomayor, abogado militante y guerrillero de los 60 en la Convención,que fue a China por 30 años, en repetidas oportunidades me ofreció compartir un fascículo, “Oquendo el militante”, tal vez le faltó tiempo para hacerlo. En Arequipa además de darle forma y ser elegido secretario general del Partido Comunista, fundó las siguientes organizaciones, que él reconoce bajo confesión ante la policía, el 10 de diciembre de 1934: 1. Socorro Rojo, especie de liga de apoyo a los militantes, que recolectaba fondos y ayuda médica. 2. USOA, institución precursora de la Federación Departamental de Trabajadores, a la cual hace una serie de observaciones de carácter orgánico, bastante serias. 3. Se inmiscuye en política universitaria y funda el grupo Rojo de Vanguardia, precedente inmediato de lo que hoy se conoce como FER, federación de estudiantes revolucionarios.
Finalmente es expulsado del país, por atentar contra la seguridad. Las escenas desgarradoras que hablan de su pobreza y su enfermedad, han sido relatadas en cartas por Emilio Romero, pariente suyo, que tuve el honor de recibir.
Guillermo Zegarra Villar, su amigo en Arequipa, médico, hombre de ejemplar bonhomía, a quien años después yo llamaba Guillermo Emperador de Alemania, él respondía con poemas de Holderlin en alemán, contaba que un día de 1930, cuando caminaban cerca a la placita de Santa Marta, vieron un billete de cinco soles, ambos tenían hambre como cancha, entonces sus ojos se iluminaron como Orión en las alturas, pero el reflejo de Oquendo fue más presto, puso un pie sobre el billete y dijo: ¡para el partido!
Todas estas circunstancias las conté en una tesis universitaria, en 1976. Mis profesores incrédulos pensaban que yo las había inventado. Decían, no le hagan caso, es un loco, tiene una imaginación desmesurada. Oquendo les parecía otro loco, no entendían su poesía. Han pasado tantos años para convertirse en moneda de todos los días. Las fotos desaparecieron, posiblemente para sustentar esa idea, que todo lo que decía de Oquendo no era sino la fabulación de un joven puneño, ácrata y surrealista. Así mismo conseguimos las fotos y le dimos rostro al poeta.
Omar Aramayo
Lima, 30 de abril de 2020
Fuente: https://www.facebook.com/omar.aramayo.39/posts/3012019315544962 copiado el 07-05-2020