Se ha enfocado la poesía de Oquendo desde el aspecto cinematográfico. Porque indudablemente estaba muy dominado por este arte. Se le ha descubierto un gran sentido del humor. Sobre todo, se ha mirado a sus poemas amorosos. Considerándole como uno de los poetas más tiernos y lucidos en este aspecto. Pero indudablemente, es en el delirio de una maravillosa ingenuidad donde más destaca. Pocos poetas han creado su mundo particular. Y han seguido fieles a él durante toda su vida. Este es el caso de Oquendo. Tal vez, este es el motivo de que su poesía siga muy fresca. Muy viva.
Oquendo de Amat, eterno soñador
Introducción de Carlos Meneses -Traducción de poemas de Luigi Anselmi
Revista Zurgai (p.124-135) - 50 años de poesía canaria. Bilvao, Junio 1992, 142 páginas + separata
Carlos Oquendo de Amat, nació en Puno, ciudad a orillas del lago Titicaca (entre el Peru y Bolivla) en 1905. Su padre médico, había estudiado la carrera en Paris. Su madre, descendiente directa del virrey Manuel Amat y Junyet, estaba considerada como una bella mujer. Los primeros años de Oquendo fueron de enorrne felicidad. El padre, Carlos Oquendo Alvarez, habla sido elegido diputado por su provincia. Era un acérrimo defensor de la reforma agraria y de una mejor distribución de la riqueza. Su hogar, ya en Lima, sin ser espléndldo mostraba un más que aceptable nivel. Todo esto sucumbió con su pronta desaparición. La viuda y el hijo quedaron enfrentados a la pobreza.
Se conoce poco a los años infantiles de Oquendo. Y sólo se empieza a tener noticia de él cuando está dejando la adolescencia. Por ejemplo, que estudia en el colegio limeño, Nuestra Señora de Guadalupe, y que entre sus profesores está nada menos que César Vallejo. Tanto por la angustiosa situación económica en que vive con. su madre, como por su evidente actitud bohemia, no finaliza el bachillerato. Y ya a los 17 años empieza a pergeñar sus primeros poemas.
Su obra poética fue escrita entre 1923 y 1929. Y su único libro, que escasamente contenía 18 poemas, entró en imprenta en 1927, y salió de ella dos años más tarde. aunque llevando fecha del año en que el poeta llevó sus originales. El motivo de la tardanza está íntimamente relacionado con frugalidad de su vida en todo sentido. Hubo alguna recolección de fondos entre sus amigos. Y, posteriormente - aunque no se ha llegado a precisar- un premio municipal a esos poemas, que ayudó a que el libro, al fin, abandonara la imprenta y pudiera llegar a las librerías.
El poeta era, por aquellos años, un muchacho hermético, asustadizo. El típico provinciano trasladado a la capital. Con el agravante del desprecio que sufre el provinciano de la sierra peruana ante el capitalino costeño. Esto queda expuesto por el mismo Oquendo en el "Poema del manicomio", recogido en su único libro titulado: "Cinco metros de poemas" y fechado en 1923. Cuando dice:
'Tuve miedo
y me regresé de la locura
tuve miedo de ser
una rueda
un color
un paso".
La "locura" evidentemente es Lima. Y su vuelta es a su ciudad de origen: Puno. El joven Oquendo de Amat había venido a la capital con la intención de terminar su bachillerato en Lima. Pero no alcanzó esa meta. Y la demoledora urbe la causó pavor. Miedo de convertirse en "rueda" o en “co1or” o en "paso". En ser integrante de la masa. Dejar de tener rostro. Nombre. Edad.
No obstante, poco tiempo después volvió a Lima. Y aunque no parece haberse adaptado totalmente, en esta nueva oportunidad si tuvo los amigos que él necesitaba tener. Y ellos le arrancaron de esa soledad persistente. Le comunicaron su entusiasmo por las nuevas corrientes literarias. Le contactaron con gentes de otros campos artísticos y sociales. Y aunque no llegaron a quebrar sus moldes de empedernido solitario, si consiguieron conocer su poesía. Contar con su presencia en conferencias. Contagiarle su entusiasmo por las más avanzadas ideas sociopolíticas.
Pero la pobreza no habla desaparecido. El poeta iba de una pensión a otra. Huyendo del duro momento de tener que saldar deudas. No tenla la misma fluidez para poder ir de un restaurante a otro. Eso lamentablemente le era imposible. La frugalidad de su alimentación dañó su organismo. Y ese fue uno de los motivos por Io que tuvo -años más tarde- que abandonar la costa y volver al necesario, para su caso, clima serrano. Un aire más puro que ayudara mejor la tarea de sus afectados pulmones.
Los más destacados poetas jóvenes de Lima descubrieron al poeta puneño. Un mozo pálido. Delgado. Parco en palabras cuando se sentía incómodo, que era casi siempre. De pobrísima vida que él se esforzaba por ocultar. Su orgullo le impedía descubrir la realidad de sus días. Y menos aún de pedir ayuda económica para superar los malos momentos.
En 1925, que es cuando fecha la mayoría de los pocos poemas que escribió, ya había leído a Vallejo. No se sabe si hubo amistad entre ambos. Parece que no. Pero tanto "Los heraldos negros" (1918) como "Trilce" (1923) debieron ser devorados por nuestro poeta. Hay sólo un poema que reconoce influencia vallejiana, y que pertenece a la corta producción de 1923. Es "Cuarto de los espejos". Bastaran muy pocos versos para encontrar la tonalidad de Vallejo:
"(¿Dónde estará la puerta? (¿Dónde estará la puerta?
y siempre nos damos de bruces
Con los espejos de la vida
Con los espejos de la muerte."
Es el Vallejo de "Los heraldos negros", primer poemario del poeta de Santiago de Chuco, en el que todavía está muy presente el Modernismo. Pero por encima de todo, se escucha su voz ahita de amargura. Totalmente desesperanzada. Corno también ocurre en Oquendo.
Se asegura que Oquendo no le leía en francés. Y que su conocimiento de la poesía de Apolinaire y más tarde Breton y Aragón entre otros surrealistas fue a través de traducciones publicadas en revistas españolas que él leía, sin descanso, en la biblioteca de la Universidad de San Marcos. Su libro "Cinco metros de poemas" está compuesto por 18 poemas. Pero se publicaron algunos más revistas. Especialmente, en "Amauta", la que dirigía el célebre pensador peruano, José Carlos Mariátegui. La amistad surgida entre Mariátegui, ideólogo, excelente crítico literario, y aplaudido maestro, y Oquendo se robustece cuando éste empieza a acudir a las reuniones en las que se comenta "El capital" de Marx. Se pergeñan los números de "Amauta", y se analizan las direcciones que está tomando la literatura y, en especial, la poesía.
Recientes investigaciones parecen haber logrado el descubrimiento de algunos papeles perdidos de Oquendo. Pero si nos quedamos en la fase anterior a tales hallazgos nos encontraremos con dos docenas de poemas. Y la decisión de Oquendo de dejar la poesía y dedicarse a la política. Era 1929. El año de la muerte de Mariátegui. Su maestro.
Concluía una etapa en la vida del poeta. Nada larga. Aparentemente -si sólo se ha de tomar en cuenta la cantidad- poco fructífera. Pero si se ha de considerar la trascendencia de su poesía a lo largo del tiempo, se le habrá de cambiar de calificativo. Y se iniciaría otra, tan breve como la anterior. Tan dura como la pasada. Pero aún más trágica. Porque la muerte acechaba en todo momento. Hasta que consiguió lo buscado.
Fueron los años en que volvió a la sierra. Primero a la hermosa ciudad de Arequipa. Donde se enroló oficialmente en las huestes del partido comunista. Y donde desplegó su sentido del humor, su gran sensibilidad y su pasión por el bienestar social. Tuvo largas temporadas en Puno, su ciudad. En Juli, pueblo de la misma provincia. Así como en La Paz, capital boliviana. De esas estancias no se conocía ningún resultado literario. Y muy escasamente, que persistía en su actividad política. Hasta su retorno a Arequipa. Su participación directa en mítines. Sus altercados con gente de su propio partido, porque su espíritu de poeta le insta a actitudes que nada tienen que ver con lo práctico de la política.
En Arequipa y durante un mitin de otro partido político. El Apra fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre - partido que se ha mantenido en una destacada línea desde su fundación en 1924 hasta el presente-, Oquendo de Amat, exacervado(sic). Hermosos niño de veintinueve años. Delirante y atrevido, irrumpió en el teatro donde se celebraba el acto político y lanzando dicterios encaró a los líderes apristas. La policía llegó no por la presencia de Oquendo, sino porque también el Apra estaba perseguida. Todos fueron a dar a la cárcel. Nuestro poeta sufrió dura condena. Llevado a una prisión en la isla de El Frontón, frente al puerto del Callao, pudo haberse quedado muchos años en ese hórrido lugar.
Sus amigos, especialmente, el narrador Beingolea, hicieron gestiones para que quedara en libertad. Era el año 1935. El Perú estaba gobernado por un general inflexible. Ha quedado oscuro si se liberó a Oquendo y él optó por el exilio. 0 si se le puso entre la espada y la pared: o prisión o destierro y él optó por lo último.
Lo cierto es que Oquendo de Amat embarcó en el Callao rumbo a Francia, se calcula que en octubre de 1935. Los amigos se hicieron cargo de los gastos del pasaje. Algún pariente le dio algo para gastos inmediatos. Otro, le regaló su abrigo, diciéndole que llegaría a Europa en pleno invierno. El poeta partió ilusionado. Conocería, al fin, a Breton, a Aragón, a toda la pléyade de surrealistas. Visitarla museos. Entraría en los mismos cafés que conoció su padre en París. No contaba con otro obstáculo más. Cuando el barco llegó a Panamá, la policía de la Zonadel Canal le detuvo. Por su pasaporte sellado como expulsado del Perú, creyeron que se trataba de un comunista evadido. Y le encerraron en lo que Diógenes de la Rosa, -joven de 20 años, entonces, más tarde diplomático panameño- llamó "campo de concentración". Y desde donde fugó, gracias al mencionado La Rosa, de forma casi cinematográfica.
Por tierra atravesó todo Centro América. Luego, llegó a México. En el camino contó con la ayuda de militantes comunistas, que colaboraron para que alcanzara un puerto desde el cual reanudar el viaje interrumpido. Fue así como muy a finales de 1935 debió desembarcar en el puerto francés de La Rochelle. Sin dinero, sin habla francesa, con la fiebre de la tuberculosis.
Sólo una, máxime dos semanas, duró su deambular por calles parisinas. El Ministro peruano en Francia le aconsejó que marchara a España. Considerando que por el idioma y por su ideología, en este país se sentiría más cómodo. Oquendo llegó a Madrid en enero de 1936. No tuvo tiempo de· visitar la ciudad. De conocer gentes. De frecuentar cenáculos literarios. Su mal seguía avanzando. Se le internó en el hospital San Carlos, junto a la antigua Facultad de Medicina. Ahí le fueron a ver algunos amigos suyos, como Xavier Abril, uno de los poetas que más se ha preocupado por divulgar su obra. El historiador Porras Barrenechea, en esos momentos agregado cultural en la Embajada peruana. Fue éste quien consiguió que se les trasladara a un Sanatorio para enfermos de vías respiratorias en la sierra del Guadarrama.
El cambio -tan solicitado por el propio enfermo- le dio alientos, y se asegura que en los primeros días se tuvo la sensación de que se estaba recuperando. Pero pronto cayó en el más negro abismo. Aun así, seguía pidiendo desesperadamente que se le cambiara de sanatorio.
Convencido de que el cambio le permitiría recobrar la salud perdida. El día que Porras Barrenechea envió a un estudiante peruano, de apellido Chanyek, para que se hiciera cargo de un nuevo traslado, Oquendo de Amat falleció. Chanyek ha dado cuenta de su triste encuentro con el poeta. Ha relatado que su equipaje estaba formado por una pequeña y vieja maleta, en la que habla escasas prendas de vestir, y algunos libros, entre ellos "El capital" de Marx. Era el mes de marzo de 1936. Aun no habla cumplido los 31 años de edad. El en su poema "New York", había pronosticado: "Nadie podrá tener más de 30 años". Y fue fiel a su sentencia.
Después de 1936 se olvidaron de él en el Perú. Se olvidaron de él en España. Se olvidaron de él en todas partes. A veces, en las antologías de poesía peruana, se le tomaba en cuenta. Uno. Máximo dos poemas. Empezaron a surgir las leyendas. A hablarse de una camisa roja que él habría comprado en Panamá para ponérsela como mortaja. A decirse que habla muerto combatiendo durante la guerra civil española. A sostenerse que su tumba habla desaparecido por la barbarie franquista. La tumba fue hallada en 1971. Era sólo un túmulo. Se debieron de realizar algunas comprobaciones. Me acompañaban dos peruanos en ese descubrimiento: Antonio Cillóniz, poeta. José Bravo, narrador.
Vargas Llosa cuando recibió el premio Rómulo Gallegos, en 1968, recordó a Oquendo, como símbolo de amor a la literatura. Poco después empezaron las reediciones de "Cinco metros de poemas". Más tarde, algunos ensayos sobre la obra del poeta. Sólo un libro que engloba biografía y análisis poético: "Transito de Oquendo de Amat".
Se ha enfocado la poesía de Oquendo desde el aspecto cinematográfico. Porque indudablemente estaba muy dominado por este arte. Se le ha descubierto un gran sentido del humor. Sobre todo, se ha mirado a sus poemas amorosos. Considerándole como uno de los poetas más tiernos y lucidos en este aspecto. Pero indudablemente, es en el delirio de una maravillosa ingenuidad donde más destaca. Pocos poetas han creado su mundo particular. Y han seguido fieles a él durante toda su vida. Este es el caso de Oquendo. Tal vez, este es el motivo de que su poesía siga muy fresca. Muy viva.
FUENTE: Revista Zurgai. 50 años de poesía canaria. Bilvao, Junio 1992, 142 páginas + separata.
"Oquendo de Amat, eterno soñador" 124-135
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