El presente ensayo data de 1976, publicado en la Revista "Actual" de la Dirección de Cultura y Extensión de la Universidad de Los Andes de Venezuela, y escrito por uno de los primeros biógrafos de Oquendo de Amat: Carlos Meneses.
Oquendo de Amat: sueño y realidad
Por: Carlos Meneses
El poeta peruano Carlos Oquendo de Amat, nacido en Puno en 1904, alcanzó a escribir, en sus treinta y dos años de vida, escasamente veintiún poemas, de los cuales dieciocho aparecieron en un libro publicado en 1927, bajo el título de "Cinco metros de poemas". Cuatro de dichos poemas habían sido escritos en 1923, y los catorce restantes estaban fechados en 1925. De los poemas de la segunda parte, media docena están dedicados a expresar su amor, el amor que produce en él (a la sazón un joven de veintiún años) una mujer a la que denomina simplemente "bella" o "compañera"' así como la gran ternura que despierta el recuerdo de su madre, hermosa mujer limeña, con la cual el poeta compartió, durante su adolescencia, una mísera y triste vida.
Los otros tres poemas, que no aparecen en el libro "Cinco metros de poemas", fueron escritos después de 1927 y publicados en la revista "Amauta" en 1929, completando asi su corta producción poética que no continúa después de este último año citado, pues, a partir de entonces el poeta cede la iniciativa al político.
Carlos Oquendo de Amat divide su vida en dos partes perfectamente diferenciadas. De 1923 —año en que aparece en Lima y es acogido por la generación de poetas jóvenes de entonces— a 1929, año en que muere el célebre pensador peruano, José Carlos Mariátegui. En estos seis años actúa el poeta. Pero en adelante, más allá de 1929, hasta marzo de 1936, fecha de su muerte, el poeta prácticamente ha desaparecido, y quien vive, o más preciso es decir, quien aceleradamente se acerca a la muerte, es el político, el irreductible luchador, que solamente cede ante la asfixia producida por la tuberculosis.Hablar de un poeta-político, o de un político-poeta, no es lo propio, tratándose de Oquendo de Amat. Pues está claro el proceso que sufre su vida entre los 19 años y los 32, que era lo que tenía cuando falleció en un sanatorio de las Sierras de Guadarrama.
Oquendo aparece en Lima en 1923, no era la primera vez que venía a la capital, ya en años anteriores había estado en esta ciudad, pero siempre había regresado a Puno, como buscando un refugio, sin embargo ahora solo, sin el padre, médico y diputado, que murió siendo el poeta un niño. Sin la madre, que murió tras una dramática vida, cuando Carlos era un adolescente. Completamente solo, deambula por las calles limeñas, sin tener un lugar seguro donde dormir, sin saber con certeza si podría comer o no. No se trataba de un universitario, pues, ni siquiera había concluido sus estudios Secundarios. Ni de un muchacho de gran cultura, porque hasta entonces no había frecuentado las bibliotecas ni había alternado con gente que pudiera proporcionarle los conocimientos que precisaba. Era simplemente el jovencito de gran sensibilidad, que empezaba a escribir sentidos versos que no se atrevía a mostrar a los demás.
Son Xavier Abril, Enrique Peña Barrenechea, Adalberto Varallanos, Jorge Basadre y Rafael Méndez Dorich, quienes primero lo conocen. Quienes lo incorporan a sus reuniones y lo ayudan para que pueda subsistir. Es a través de ellos que Oquendo conoce a José Carlos Mariátegui, que aunque no muy mayor que esa generación, se ha erigido en el maestro del grupo. Es como consecuencia de estas reuniones que se preocupa por conocer a los poetas franceses; que lee con voracidad a los ultraístas; que empieza a sentirse atraído por la filosofía marxista. Sin embargo esto último solamente prosperará o se hará realidad, mucho tiempo más tarde, pues, su poesía no refleja en absoluto todo cuanto haya podido asimilar de las charlas con el famoso y ejemplar político y escritor peruano.
Las dos etapas de su vida son perfectamente reconocibles. La del lírico, la del soñador, aquel joven provinciano, sumamente tímido, que lentamente va robusteciendo su bagaje cultural. Y la del hombre apenas mayor de veinticinco años, que de pronto siente que ha hallado el verdadero sentido de su vida, y se lanza a la lucha, decidida y valientemente, acercándose a los centros de trabajadores; enfrentando a las fuerzas de la tiranía, dispuesto a no cejar. Sin tener en cuenta su precario estado de salud.
VIDA Y MUERTE
Su padre, el Médico Carlos Oquendo Alvarez, procedía de una familia que se había hecho millonaria en Bolivia dedicándose al comercio. Sin embargo, cuando nace el poeta, la realidad es muy diferente, han desaparecido las poderosas bases económicas, todo se ha quedado en París, hacia donde los jóvenes Oquendo, con su madre viuda, habían marchado. De la capital francesa, el único de los Oquendo que regresa con una carrera es Carlos, el Médico quien a poco de su vuelta al Perú, es elegido diputado por Puno, y se convierte de uno de los luchadores contra los abusos de los terratenientes.
La madre del poeta, a quien la recuerda con sus más bellos versos, descendía del muy conocido Virrey Amat y Junyet. Se le consideraba una mujer bella. Y tras la muerte de su marido, comparte con su hijo una triste vida. Dominados por la pobreza, vencida por el alcoholismo, muere miserablemente, y es poco tiempo después que Carios Oquendo de Amat recorre las calles limeñas en busca de amigos, de manos fraternas que se tiendan hacia él para poder escapar de la lobreguez, de la soledad que lo acosan.
Seis años dura su actividad poética. Seis años pasa al lado de jóvenes universitarios, muchachos inquietos que influyen poderosamente en él. Durante ese tiempo, termina de escribir sus poemas y publica su único libro. Colabora con tres o cuatro revistas, una de ellas dedicada al cine y titulada "Celuloide'" que funda conjuntamente con otro poeta, Adalberto Varallanos. Se instala todas las tardes en la biblioteca de la Universidad de San Marcos y lee sin treguas, en especial a los poetas franceses, mas no en su lengua original sino en traducciones al castellano. Lucha por subsistir, angustiado a veces, con picardía otras, conociéndose un chispeante anecdotario que por momentos no coincide con la imagen delicada y contrita, que muchos de sus contemporáneos han ofrecido en diversas oportunidades.
Este joven apasionado, como se puede deducir por sus versos; este muchacho que jamás reflejó en su obra poética las magulladuras espirituales que le había producido la vi.da; cambia radicalmente de actividad entre 1929 y 1930. Deja la pluma para siempre, al menos no vuelve a publicar, y nada en verso o en prosa escrito después de esos años se ha podido encontrar. Alrededor de 1931 sale de Lima, para cumplir misiones del partido comunista, y trabaja principalmente en el Sur del Perú. Se sabe que también llegó a Bolivia, interviniendo en mítines y reuniones políticas. Y, finalmente, al promediar 1935, bajo la dictadura de Benavides, y durante un enfrentamiento de dos partidos políticos peruanos, es apresado, sometido a tortura y, finalmente deportado del país.
Lo más difundido con respecto a su salida del Perú es que Oquendo solicitó el viaje como única forma de conseguir su libertad. Y en adelante, y no por mucho tiempo, deambuló por el mundo, con su grave enfermedad a cuestas, en busca del lugar en el cual pudiese volver a la actividad.
La primera parte del viaje de Oquendo finaliza en Panamá, aun cuando él se dirigía hacia Europa. Se le apresa en la Zona del Canal, pues, se le descubre como comunista y creen las autoridades del lugar que está huyendo. Durante unos días queda internado en un campo de concentración, de donde logra huir gracias a la ayuda del poeta y escritor panameño, Diógenes de la Rosa, quien consigue no solamente sacarlo de aquel lugar, sino hacerlo cruzar la frontera con Costa Rica. Poco tiempo después aparece en México, y desde un puerto sobre el mar Caribe, reemprende ei viaje a Francia que con tanta ilusión había iniciado meses antes.
Su llegada a París se debió haber producido en torno a la Navidad de 1935, y solamente permaneció en esta ciudad una semana. Al término de ese tiempo, por indicación de Francisco García Calderón, Ministro peruano, viajó por tren hacia Madrid.
Aproximadamente vivió dos meses en España, los últimos meses de su vida. Entre el hospital San Carlos de Madrid, y el Sanatorio de Guadarrama, en Navecerrada (sic). Su último día fue el 6 de marzo de 1936, cuando enviado por el Cónsul peruano, Raúl Porras Barrenechea había llegado hasta el sanatorio, el estudiante peruano de medicina Chanyek, para realizar un nuevo cambio, ya que el poeta insistía, dominado por la fiebre, que saliendo de ese lugar mejoraría, como ya había pasado cuando abandonó el hospital madrileño. Pero la muerte se apresuró a cercenar la última esperanza, y Chanyek solamente pudo certificar la defunción de su compatriota, que fue enterrado en un cementerio aledaño a dicho Sanatorio.
Porras, en carta al poeta Peña Barrenechea, le refería: "Se le enterró bajo la nieve, en el cementerio vecino a la clínica. Sólo dejó unos cuantos libros de propaganda comunista, que estaban en su maleta y unas cuantas piezas de ropa. Ningún papel, ni original alguno. Meses después tronaba sobre su tumba el cañón de la lucha de clases". Y la escritora peruana, Rosa Arciniega, que lo vio en Madrid, escribió a su muerte: "Pero, unos meses después — ¡quién había de decirlo! — sobre aquellos montes castellanos se abatió el fantasma de la guerra civil española. Rodó el espantable bramido del cañón por aquellas gargantas de las sierras de Guadarrama. Pespuntaron las ametralladoras con sus agujas mortales las otras rumorosas agujas del ramaje de los pinares. Cayeron las estruendosas granadas sobre la tierra tranquila. Aulló la bala del fusil. Restalló el seco tiro de la pistola. Estremeció el aire el grito de los caídos ....... ¡Adiós silencio, paz y reposo en que todos creímos, entonces, que dormiría por siempre el soñador Oquendo de Amat".
Y su tumba no se ha encontrado jamás.
LIMPIDA CANCION
A su canto terso no asoman los gritos de la angustia, no llegan los ayes, los malhumores, las voces de protesta. Es cierto que en el momento de escribir sus "Cinco metros de poemas", aún no está maduro para la política, y que cuando alcanza el nivel necesario, cuando se siente un marxista logrado, se aparta de la literatura por temor a traicionarla. Pero así mismo, ese joven y puro poeta enamorado no quiere mansillar [sic] su sencilla y deliciosa fábula con los gritos del hombre, con los clamores de su absoluta pobreza. Desea, precisa, convertir las cosas, la gente, el amor, los sonidos, el color, la vida, todo, en pura y absoluta poesía. Parece como necesitado de arroparse de cariño y para ello procura alejar de todo y a todos, lo duro, lo ríspido, todo aquello que diariamente lo daña.
En "Compañera", se refiere a una amiga, quien sabe si de la adolescencia, tal vez si solamente soñada; entrevista como a través de tules, de tenues cortinajes, a la que evoca sin la acritud que podrían dictarle sus continuos ayunos, y le dice con afecto, verdaderamente emocionado, "ah y tus sonrisas maravillosas sombrillas para el calor/tú que llevas prendido un cine en la mejilla". Su oración amorosa se inflama aún más en cada verso, en cada palabra, "Junto a ti mi deseo es como un niño de leche". Nada de su tétrico transcurrir por el mundo llega hasta esta expresión enamorada. El verso permanece limpio, impoluto, sin que sus calamidades terrenas alcancen a empañarlo. Incluso, su serenidad es conmovedora, hasta resulta ilógica, mira profundamente hacia lo más distante de su cercano ayer en busca del adorno reflexivo de aquella compañera, "Cuando tú me decías/la vida es derecha como un papel de cartas", pero de inmediato desaparece la razón y nuevamente lo invade un cálido tono apasionado "y yo regaba la rosa de tu cabellera sobre tus hombros". Qué distantes sus preocupaciones cotidianas, que lejanas sus lecturas y sus discusiones políticas, sólo asoma a su labio la palabra embellecida para ofrecérsela a esa mujer, a la que también le ha dicho, con algo de frivolidad, con la deliciosa ingenuidad de sus.pocos años, "Tus dedos sí que saben peinarse como nadie lo hizo/mejor que los peluqueros expertos de los transatlánticos". Pero los versos finales alejan toda superficialidad, "por eso y por la magnolia de tu canto'', y de inmediato aparece el primer acento lánguido en medio de la limpidez de su verso fervoroso, "qué pena", pero es una tristeza que tiende a tornarse elegante, a huir de la vulgaridad, "la lluvia cae desigual sobre tu nombre". Es una lluvia que no moja sobre sus hombros desguarnecidos, que no causa tropiezos. El la está contemplando, viéndola caer gota a gota, totalmente desigual, tan desigual como el nombre de ella. La mención de la lluvia, en la obra de Oquendo, es un jaspe de distinguido dolor, significa dolor soportado con estoicismo y elegancia, no un sufrimiento cualquiera. La angustia se aristocratiza con la presencia de la lluvia. Se convierte en una angustia reflexiva que acepta la desigualdad en el caer del agua, y en el nombre de una mujer amada. Ese nombre que no se menciona, que permanece ocul to detrás de bellas palabras.
En el poema "Campo", el vate sitúa a su amada en un maravilloso escenario que facilita el rito de su ado ración. La ceremonia consiste en fundir la realidad de la belleza femenina con esa otra majestuosa hermosura que es la naturaleza. La circunstancia determina emitir loas por la ilimitada grandiosidad del campo, pero también situarla a ella, a la mujer, en un estrato estéticamente superior. Convertirla en la Diosa de ese campo al cual él rinde pleitesía, aún más, en la creadora de ese divino paisaje. Por eso le susurra como hechizado: "El paisaje salía de tu voz/y las nubes dormían en la yema de tus dedos". Ella está por encima de todo. Una parte de ella, su voz, crea la divina belleza del campo. Y en minúsculas partes de su cuerpo, la yema de sus dedos, se cobijan las nubes. Pero aún no está satisfecho, su pasión lo obliga aún a más, "De tus ojos cintas de alegría colgará/la mañana". La mañana que puede representar esperanza, felicidad, cambios, cuelga como un simple juguete de los ojos de esa Diosa, y para ello ha precisado "cintas de alegría". Pero el pajecillo en que se ha convertido el poeta reacciona ante un ramalazo erótico, "Tus vestidos/encendieron las hojas de los árboles". Esas ropas candentes, esos atavíos que se abrasan al contacto con la piel de ella, transmiten fuego a las hojas de los árboles del hermoso paisaje. E inesperadamente, como un relámpago, cae la angustia, sin embargo, hace un esfuerzo, lucha para alejar la sombra del dolor y evitar que se turbe el encanto que le produce contemplarla. "En el tren lejano iba sentada/la nostalgia". Un inesperado y misterioso tren hace su aparición, no para traer a nadie, sino para llevarse la nostalgia que estaba intentando estropear el encanto, pero el poeta fiel a la verdad, da cuenta del furtivo paso de ese mal momento.
LOS ISMOS Y OQUENDO
Más que rastreando su paso por las bibliotecas limeñas o analizando sus poemas, es conociendo opiniones de contemporáneos suyos que se puede determinar que la atención de Oquendo con relación a la poesía, se centralizó sobre Bretón, esto posiblemente en torno al año 1926. Pero anteriormente, había buscado con avidez la poesía que llegaba de Europa, ya de Apollinaire, ya de Tzara. Y, sin lugar a dudas, gran parte de la obra de Huidobro. El escritor, político y crítico, Esteban Pavletich lo apuntó en "Presencia" diciendo: "De todos los filo-surrealistas, fue el primero en cristalizar un libro, más bien un acordeón por la forma: "5 metros de poemas", en 1927. Los más de los seguidores de Breton, se quedaron congelados entre las normas excluyentemente esteticistas del primer Manifiesto" y más adelante puntualiza: "Oquendo de Amat, en cambio, sicronizó sus pasos con la evolución surrealista hacia metas más vitales e históricas, profesando el marxismo". Desde luego que esta actitud existió pero fuera ya de los causes poéticos.
Es mucho más fácil encontrar influencias ya surrealistas, ya creacionistas, y tal vez si ultraistas, en sus poemas cosmopolitas que en sus delicados versos de amor. Y, desde luego, tarea más sencilla hallar dicha influencia en la obra de 1925 que en la de dos años antes, cuando no se ha asomado plenamente al universo poético.
CREACIONISMO
Apollinaire, resulta sumamente fascinante para los jóvenes poetas de la generación y del grupo de Oquendo. La actitud del francés durante la guerra del 14, su obra que acusa una búsqueda de nuevas formas y que alcanza gran sonoridad en los "Caligramas" y "El poeta asesinado", causaron impacto en aquellos muchachos de Lima. Y en cuanto al puneño, si bien su poesía no acusa grandes influencias el conocer el comportamiento del francés puede haberle ayudado en su actitud política posterior.
Oquendo recomienda al iniciar su libro: "abra el libro como quien pela una fruta". Apollinaire había dicho en 1916, "la ventana se abre como una naranja".
Pero es ya el Creacionismo de Huidobro el que sí puede haber influído en algunos poemas del peruano, sobre todo en algunos en los que se refiere a la naturaleza, aunque de ninguna manera tales poemas obedezcan estrictamente a formas o maneras empleadas por el poeta chileno.
La creación de un nuevo universo, el poder cosmogónico que se auto-otorga Huidobro, no se encuentra en Oquendo de Amat. Este trata más bien de utilizarlo creado para alcanzar una finalidad que casi siempre suele ser el amor. Así en "Poema del mar y de ella", declara: "tu bondad pintó el canto de los pájaros", y observa : " de puro blanca se abrirá esa estrella". En cierto modo descubre o busca nuevas cualidades a lo ya conocido y ejecuta su sinfonía pulsando la fauna, los astros, la flora, los atardeceres etc.
Tal vez el Huidobro de "Ecuatorial" se note con mayor claridad, pues, en algunos poemas de Oquendo aparece la cinética empleada por creacionista, e incluso se pueden hallar semejanzas en cuanto a la actitud de los personajes que abarca su canto. Si el chileno había escrito: "El capitán Cook/caza auroras boreales/en el Polo Sur"; el poeta peruano decía en su poema "Mar": " Y el doctor Leclerk/oficina cosmopolita del bien/obsequia pastilla de mar".
Sin embargo es preciso señalar que todo esto no son sino jaspes, ligerísimos matices, y que es indudable que hay también profundas diferencias entre la obra de uno y otro. Mientras Huidobro prefiere el deambular por el cosmos, Oquendo viaja por el universo en busca de joyas que traer a la tierra y con las cuales obsequiar a su amada.
SURREALISMO Y ULTRAISMO
En los poemas urbanos o cosmopolitas Oquendo denota la influencia del Breton de los primeros años surrealistas, aquel que manifestó: "Automatismo psíquico, mediante el cual se pretende expresar, sea verbalmente, por escrito o de otra manera, el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento con ausencia de toda vigilancia ejercida por la razón, fuera de toda preocupación estética o moral".
En "Amberes" Como en "New York" —ciudades que por otra parte, Oquendo no conoció— Se nota el deseo del juego verbal, el embriagarse con palabras y forma de colocarlas. "Las señoritas/con sus faldas plegadas de noticias/ y sus ojos receptivos de celuloide" o sino: "En Amberes/El calor es como un pensionista". Y en el poema "New York " en medio de la complicada disposición de las palabras, del gran movimiento y de la abundancia de nombres de estrellas de cine, brotan frases alegres, veloces, casi futuristas, como: "Diez corredores/desnudos en la Underwood" o "Mary Pickford sube por la mirada del administrador".
En sus poemas de amor, que son los mejor estructurados, los que mantienen vigencia y dan el exacto valor del poeta, se entrecruzan ráfagas de surrealismo y ultraísmo, y se pueden espigar breves toques dadaístas y hasta futuristas. Por ejemplo en "Poema'', cuando enardecido clama: "En tu ventana/cuelgan enredaderas de los volantes de los automóviles/y los expendedores disminuyen el precio de las mercancías". Es posiblemente en este poema en el cual el poeta no busca nada más que la adoración de su amada, y para ello procura las joyas más hermosas: "Para ti/tengo impresa una sonrisa en papel japón" o esa plegaria febril que entona: "Mujer/mapa de música claro de río fiesta de fruta".
En cambio en otros poemas en que domina el cálido acento del amor, Oquendo no solamente busca que agradar a esa mujer, no solamente arranca música a las palabras, sino que es también reflexivo, y procura una selección de valores estéticos, así por ejemplo en "Obsequio" demuestra su preferencia por la sencillez de la naturaleza, cuando dice: "Cambiaría un tapiz antiguo/que trae/una cesta de sonrisas/con rosas despreocupadas".
Ya en muchos de estos poemas no se dan las frases sueltas, los conceptos incoherentes que todavía fueron la base del surrealismo de 1924 y 25. Se recrea viendo belleza, pero no se extravía en el encanto de su propio lenguaje, tiene un norte, sabe pacía dónde va, y jamás, por más ágiles que sus versos resulten, aun cuando su atención se concentre en el conglomerado metropolitano, dejará de surgir la ternura, la divina ingenuidad que abrillanta palabras y conceptos. En "Puerto" finaliza diciendo: "la brisa trae/los cinco pétalos de una canción". Y en comedor: "Y en todos los platos estaba la luna". Y en "Mar", entre apuntes marineros de pronto pregunta "¿quién habrá dejado caer/las rosas de las islas? ".
PUERTO
POEMA DEL MAR Y DE ELLA
Tu bondad pintó el canto de los pájaros
y el mar venía lleno en tus palabras
de puro blanca se abrirá aquella estrella
y ya no se volarán más las dos golondrinas de tus cejas
el viento mueve las velas como flores
yo sé que tu estás esperándome detrás de la lluvia
y eres mas uue tu delantal y tu libro de letras
eres una sorpr esa perenne.
DENTRO DE LA ROSA DEL DIA
ah y tus sonrisas maravillosas sombrillas para el calor
tú que llevas prendido un cine en la mejilla
junto a ti mi deseo es un niño de leche
cuando tú me decías
la vida es derecha como un papel de cartas
y yo regaba la rosa de tu cabellera sobre tus hombros
por eso y por la magnolia de tu canto
qué pena
la lluvia cae desigual sobre tu nombre.
(1925)
POEMA DEL MANICOMIO
Tuve miedo
y me regresé de la locura
Tuve miedo de ser
una rueda
un color
un paso
PORQUE MIS OJOS ERAN NIÑOS
Y mi corazón
un botón
más
de
mi camisa de fuerza
Pero hoy que mis ojos visten pantalones largos
veo a la calle que está mendiga de pasos.
(1923)
MADRE
Tu nombre viene lento como las músicas humildes
y de tus manos vuelan palomas blancas
Mi recuerdo te vist.e siempre de blanco
como un recreo de rúños que los hombres miran desde aquí distante
Un cielo muere en tus brazos y otro nace en tu ternura
A tu lado el cariño se abre como una flor cuando pienso
Entre ti y el horizonte
mi palabra está primitiva como la lluvia o como los himnos
Porque ante ti callan las rosas y la canción
(1925)
POEMA
Para ti
tengo impresa una sonrisa en papel japón
Mírame
que haces crecer la yerba de los prados
Mujer
mapa de música claro de río fiesta de fruta
En tu ventana
cuelgan enredaderas de los volantes de los automóviles
v los expendedores disminuyen el precio de sus mercancfas
déjame que bese tu voz
Tu voz
QUE CANTA EN TODAS LAS RAMAS UE LA MAÑANA
(1925)
ALDEANITA
Aldeanita de seda
ataré mi coraion
como una cinta a tus trenzas
Porque una mañanita de cartón
(a este bueno aventurero de emociones)
Le diste el vaso de agua de tu cuerpo
y los dos reales de tus ojos nuevos
(1923)
FUENTE: http://190.168.5.19/index.php/actualinvestigacion/issue/view/162/showToc
Exportar 23. Oquendo de Amat. Sueño y realidad
Autor: Meneses, Carlos [claim]
Editorial: Actual Investigación
Fecha de publicación: 2011-07-28 [internet]
Fuente: Actual Investigación; Núm. 10 (9): octubre 1976; 75-83 ; 1315-8589
Tipo de doc: info:eu-repo/semantics/article ; info:eu-repo/semantics/publishedVersion ;
[Article contribution]
Proveedor de datos: Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela (ULA): e-Revistas