El poeta infortunado

De Puno a Lima
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"Es acaso el único poeta peruano al que le bastó un solo libro para alcanzar la fama de los dioses." [...] Su libro 5 metros de poemas fue suficiente para que se erigiera como una de las voces más importantes de la literatura peruana.

Por Domingo Tamariz Lúcar (Periodista)*

Es acaso el único poeta peruano al que le bastó un solo libro para alcanzar la fama de los dioses. Su obra tal vez se vio limitada por sus constantes viajes, su infortunada juventud, su militancia política, la cárcel y el exilio, o por el terrible mal que lo acosaba. A medida que transcurría el tiempo, todo ello le fue haciendo más difícil entregarse al quehacer literario. Sin embargo, su libro 5 metros de poemas fue suficiente para que se erigiera como una de las voces más importantes de la literatura peruana.5metros02

Carlos Oquendo de Amat nació bajo el límpido cielo azul del lago sagrado, en Puno, el 17 de abril de 1905. Fue hijo de Carlos Belisario Oquendo, afamado médico y periodista, y de doña María Zoraida de Amat, descendiente directa del virrey Amat. El niño recibió, desde muy tierna edad, una educación esmerada. Su madre le enseñó a leer y escribir; su padre, el francés. Y cuando, en 1908, la familia se trasladó a Lima porque don Carlos fue elegido diputado, cursó los primeros años de primaria en una escuela de los Barrios Altos. Años más tarde, cuando sus padres decidieron instalarse en la capital, se matriculó en el Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe, donde conoció a César Vallejo.

Pero en 1918 su vida cambió totalmente: la muerte de don Carlos dejó a la familia en una complicada situación económica. Junto a su madre vivió años de quebranto, y en su rostro quedó marcado para siempre el signo de la tristeza. En 1921, al terminar la secundaria, ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos para seguir Letras, especialidad en la que pronto destacaría en literatura peruana.

Por esos años ejerció la docencia en el Guadalupe y, paralelamente, trabajó como cronista policial en El Tiempo. Su paso por la docencia y el periodismo fue, sin embargo, transitorio, pues ni una ni el otro conjugaban con el arte de hacer versos, que era lo suyo.

Lector voraz, especialmente de autores franceses, en una Lima todavía pequeña y mojigata, frecuentó los consabidos conversatorios en casa de José Carlos Mariátegui, de quien pronto se convirtió en uno de sus admiradores. Fue justamente en la imprenta Minerva, de la familia del Amauta, donde imprimió su primer y único libro, 5 metros de poemas, que, además de por sus trovas hermosas, se singulariza por su forma de acordeón.

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Fue por esos años que cayó preso por primera vez. Lo llevaron a El Frontón, cuando el poeta sufría ya de tuberculosis. Al salir libre, acaso para cambiar de clima, viajó a Arequipa, donde se vinculó con grupos de izquierda. En esta coyuntura se produjo un cambio radical en el poeta: tomó la vereda del militante de izquierda. En La Paz, adonde viajó en 1933, fue el activista, el enardecido rebelde que arengaba en las universidades y en sindicatos, apunta José Luis Ayala en su libro Carlos Oquendo de Amat, acaso la biografía más completa y hermosa del poeta.

En 1933 volvió a Arequipa, donde, poco después, fue nombrado secretario general del Comité Departamental del Partido Comunista Peruano. Y en esa condición fue nuevamente detenido. Corría el año 1935.

Desterrado a Panamá, cuando llegó al puerto de Colón la Policía halló en uno de sus documentos el sello de comunista y lo encarceló en el acto. Fue entonces cuando tomó contacto con un hombre clave, el escritor Diógenes de La Rosa, a través de un mensaje, y así, en un operativo de película –según versión de Carlos Meneses en su libro Tránsito de Oquendo–, el poeta pudo escapar de su cautiverio. Llegó a Costa Rica y luego a México. Con la colaboración de algunos intelectuales se embarcó a Europa, adonde arribó después de una extenuante travesía, enfermo y sin dinero. Al enterarse de su llegada a París, Francisco García Calderón, embajador del Perú, lo visitó, y al percatarse de su precaria salud le recomendó viajar a España y le entregó dinero suficiente como para que llegara a Madrid.

En la capital española fue internado en un hospital, donde lo visitó Raúl Porras Barrenechea ante la angustiosa solicitud del poeta. Oquendo estaba demasiado enfermo, respiraba difícilmente. Sin embargo, pensó que si lo trasladaban a una clínica de Guadarrama iba a mejorar. Porras consiguió el apoyo de una dama adinerada –la marquesa de la Conquista– y su pedido se cumplió. El poeta se sintió mejor los primeros dos días, pero al tercero recayó. La angustia y la desesperación hicieron carne en el hombre, que se resistía a morir tan joven. Sin embargo, a las pocas semanas, el 6 de marzo de 1936, partió a la eternidad. Contaba con solo 31 años de edad.

Fuente: Publicado: 11/01/2015 EL PERUANO. http://www.elperuano.com.pe/edicion/noticia-el-poeta-infortunado-25550.aspx#.VebmVvntlBc

Fotos: http://accordionpublications.blogspot.fr/2012/06/carlos-oquendo-de-amat-5-metros-de.html

Fotos: http://www.elangelcaido.org/comunicacion/200501/200501cincometros.html

 

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