Por todo lo alto. Segundo piso del Portal San Agustín

Oquendo, por Omar Aramayo
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1934. La exposición se realiza en el segundo piso del portal de San Agustín, en la Plaza de Armas, donde ahora quedan instalados algunos restaurantes turísticos, en un local donde antes funcionaba la oficina de telégrafos. El vernisage va por todo lo alto, allí están los más connotados apellidos arequipeños de cualquier tiempo pasado fue mejor, las damas más bellas e inteligentes de la ciudad, la plaza de armas con el eco de la algazara ríe por sus cuatro esquinas, las estrellas tiemblan en el cielo azul infinito de la noche, el Tuturutu orina agua bendita hasta las cinco de la mañana; y el cierzo es champán francés. Allí se abraza lo más granado de la Ciudad Blanca.

Por todo lo alto. Segundo piso del Portal San Agustín

Por : Omar Aramayo

Portal de San Agustin 1

 

El 22 de agosto del 33, Alberto Guillén, advierte en el diario El Pueblo, la presencia de Oquendo en Arequipa. Se halla entre nosotros, dice en tono camorrero, corrosivo, al mismo tiempo que intenta ponerse a tono con la vanguardia; es decir, parodiar el estilo de Oquendo, lo cual es bastante complicado.

Portal de San Agustin RPPTranvia de Antaño: Esquina Portal San Agustin - Puente Bolognesi - Calle lLa Merced (*)

 

Texto que va más a brincos que de buenas andanzas, las jarcias se vencen con la egolatría de Guillén, que no es poca cosa, y el viento de a pocos desnuda sus palabras como rosas amargas: “Lo primero que pienso: Oquendo de Amat? Con ese nombre no se llega a ninguna parte. Y a dónde hay que llegar? A todas partes. Por ejemplo al corazón subconsciente de las multitudes. Por ejemplo a la estima de los selectos. Nervo, Darío, Danunzio lo sabían. Embanderaron su vulgaridad bautismal con nombre de música. Así llegaron a la gloria vestidos de parada. Y Oquendo de Amat tiene talento, mejor que talento, sensibilidad de poeta. Claro que, como todo debutante, hizo su primera pirueta. Publicó un libro, 5 metros de poemas, que no solo era una metáfora. Eran efectivamente cinco metros de papel llenos de disparates melodiosos, de metáforas inverosímiles, de estupendos dislates para quitarle serenidad al burgués. Y me digo a qué conducen estos atentados tipográficos. Hidalgo publicó un libro en el que había páginas con una sola sílaba. Esto es arte? Motivo para que el lector se sienta estafado o que el compañero tipógrafo maldiga de los poetas, de todos los estrafalarios del mundo. Con todo, entre esta resbaladiza granza de circo, entre esta espuma, y este chisporroteo de los veinte años insurge auténtico el poeta. Uno que otro verso, uno que otro poema, son la verdad de la vida bajo la risada falsa, apresurada del clown” (sic)

 

 

 

A la sazón, el lector recordará seguramente, el rosario de injurias que Clemente Palma infiere a Vallejo, con la mayor sangre fría, en enero de 1920, revista Variedades de Lima: “Nos remite usted un soneto titulado El poeta a su amada, que en verdad lo acredita a usted para el acordeón o la ocarina más que para la poesía (…) ¿Qué tiene que hacer Jesús en estas burradas más o menos infectas?… Hasta el momento de largar al canasto su mamarracho, no tenemos de usted otra idea de deshonra de la colectividad trujillana, y de que si se descubriera su nombre, el vecindario le echaría lazo y lo amarraría en calidad de durmiente en la línea ferrocarril de Malabrigo”.

Arco Portal Catedral

Adjetivos más adjetivos. Posiblemente la vesania de ambos personajes ocasionalmente se parezcan, pero el agravio de Guillén a Oquendo es más fecundo en tanto permite colegir una serie de elementos que perfilan a la época más allá del ataque directo a la persona, ad hominem. El ataque al apellido. De entrada cancela las posibilidades de éxito del poeta con ese apellido de virrey, le da un cierto hálito kitch a su mala leche, apellido a la vez tan estimado por sus amigos. Al final lo llama clown de circo, y otras lindezas, de las cuales Oquendo ríe en sus adentros, lo tiene sin cuidado. Sabe que Guillén, es un ególatra hasta la náusea. Carlos es amigo de Eguren, Mariátegui, Martín Adán, Xavier Abril, los Peña Barrenechea, la aristocracia de la palabra; y se conoce bien, y tiene conocimiento profundo de la poesía, es un estudioso. Eso le concede inmensa ventaja sobre Guillén. Tallado es, en material noble.

“A dónde hay que llegar? A todas partes. Por ejemplo al corazón subconsciente de las multitudes.” Como si él hubiese llegado, como si se codeara con Neruda, Darío, Danunzio. La arrogancia lo precede. 

No sabe Guillén en aquel momento, no sospecha, que Oquendo se halla por ingresar en el corazón de las multitudes, en dos años habrá de convertirse en el líder indiscutible de estudiantes, obreros, y artesanos, de Arequipa. La clase trabajadora lo aclamará por ser el forjador de tres organizaciones de enorme trascendencia política: La Unión Sindical de Obreros y Artesanos de Arequipa, la primera Federación de Estudiantes de San Agustín, y una organización de apoyo interno para su partido: el Socorro Rojo, que ha de fortalecerlo. Ignora que Oquendo es teórico y práctico de un movimiento ideológico que busca el cambio de las estructuras sociales del país y tiene el respaldo de la masas, en vivo y en directo.

"Quitarle la serenidad al burgués", no sabe el autor de Deucalión, que para eso no sirve la poesía, para quitarle la serenidad a nadie. Unas cuantas cosas más se necesita: la acción social, y Oquendo está metido en eso.

Guillén, que ha vivido en España, no logra comprender lo que significa el libro de Oquendo. No ha tenido la oportunidad de aproximarse a Pombo, como lo ha hecho Hidalgo. Ha perdido su tiempo, a espaldas a la vanguardia europea ha viajado. Su sensibilidad y no digamos su conocimiento, tiene un retraso de al menos medio siglo: “Publicó un libro, 5 metros de poemas, que no solo era una metáfora. Eran efectivamente cinco metros de papel llenos de disparates melodiosos, de metáforas inverosímiles, de estupendos dislates para quitarle serenidad al burgués”.

Tan plana es su visión que no logra “ver” el objeto lúdico, humanizante, y verdaderamente metafórico. No logra captar la metáfora. Un poeta que no ve la metáfora. La luz. Solo una sensorialidad plana, incapaz de valorar texturas, relieves volúmenes semánticos. Qué decir de lo estrictamente verbal, al parecer Guillén habla más de los límites de su propia producción antes que la de Oquendo, no sabe lo que valen las palabras. Y nos dice muy quedo al oído, de la sensibilidad de la época. Si Guillén, que es hombre presuntamente cultivado, confunde metáforas inverosímiles con disparates melodiosos, que podía esperarse de los demás. En 1970 los profesores de la escuela de literatura de la universidad nacional San Agustín, tampoco entendían la poesía de Oquendo, por ningún costado. No veían al cubista, solamente cubos, nada más.

Para Guillén es una especie de pleonasmo: “5 metros de poemas, que no solo era una metáfora. Eran efectivamente cinco metros de papel llenos de disparates” Solamente vio el papel! "Qué pena, la lluvia cae desigual como tu nombre..."

Y de relancina ataca a Hidalgo, su paisano y enemigo predilecto: “Hidalgo publicó un libro en el que había páginas con una sola sílaba. Esto es arte? Motivo para que el lector se sienta estafado o que el compañero tipógrafo maldiga de los poetas, de todos los estrafalarios del mundo.” Guillén, poeta del pasado, sin posibilidad alguna para ver el futuro ni por el ojo de una llave, para asociar la poesía a otras artes, a la plástica, se halla en las nebulosidades del modernismo ya cancelado y una poesía bucólica sin mayor vuelo. Más, todo pasa y todo pasará y aquello también pasó, Oquendo lo ignora por completo y toma asiento en Arequipa.

Así, en julio de 1934, año fatídico, lo toman preso por razón de sus ideas, pero en aquellos días, un poco antes, el grupo Arequepay organiza una exposición de poemas autógrafos, es decir escritos a puño y letra por sus autores, ilustrados por Manuel Domingo Pantigoso, pintor inmenso, con esbozos fisonómicos de los poetas a tinta china, para celebrar el segundo año de fundación de Arequepay, grupo donde recalan los remanentes de Aquelarre, ese puente dorado y adorable entre el modernismo y la vanguardia arequipeña, Armaza de Orkopata, y otros, los rezagados del romanticismo. Un movimiento surandino, afettuoso.

Portal de San Agustin

La exposición se realiza en el segundo piso del portal de San Agustín, en la Plaza de Armas, donde ahora quedan instalados algunos restaurantes turísticos, en un local donde antes funcionaba la oficina de telégrafos. El vernisage va por todo lo alto, allí están los más connotados apellidos arequipeños de cualquier tiempo pasado fue mejor, las damas más bellas e inteligentes de la ciudad, la plaza de armas con el eco de la algazara ríe por sus cuatro esquinas, las estrellas tiemblan en el cielo azul infinito de la noche, el Tuturutu orina agua bendita hasta las cinco de la mañana; y el cierzo es champán francés. Allí se abraza lo más granado de la Ciudad Blanca.

 

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Interior del estudio de los hermanos Vargas 

 

El centro de la reunión es Domingo Manuel Pantigoso, que además muestra unas acuarelas. Personaje seductor, reconocido en los caminos y ciudades del continente. Y es arequipeño. Pantigoso, admira a la vanguardia puneña, es amigo de Mostajo, de Churata, autor de la caratula de los dos libros de Alejandro Peralta; entre sus brazos acoge a Carlos, sin resquemores. Noche inolvidable, están los grandes poetas de Arequipa; y está Oquendo, un Francisco de Asís rojo y réprobo, lo miran sin que él lo perciba y algunos sin piedad, él los contempla con sus ojos de rayos X, los escanea de rato en vez, apacible; su corazón se estremece mientras piensa en los obreros, artesanos, estudiantes, el otro lado de la balanza que algunos empiezan a sospechar y sopesar. Oquendo es el hombre que arma no se sabe cuánto y qué arma tiene.

Veinticuatro participantes: Edilberto Zegarra Ballón, Belisario Calle, Federico Segundo Ampuero Bueno, Renato Morales de Rivera, Francisco Mostajo, Percy Gibson, José Luis Bustamante y Rivero, Edilberto Zegarra Ballón Valdez, Adrián Solórzano, Hortensia Málaga de Cornejo, Pedro Arenas y Aranda, Luisa de la Valliére (seudónimo de Eva Morales Delgado), Carlos Oquendo de Amat, Alejandro C Cornejo, Pardo del Valle, Carlos Manchego, L. Azar, César Atahualpa Rodríguez, Alberto Hidalgo, Alberto Guillén, Mario Chabes, Emilio Armaza, Guillermo Mercado, Olivares del Huerto.

De aquella noche, pocos quedan en el espectro: Atahualpa, Hidalgo, Armaza, Mercado. Jamás aquel año el poeta y patricio arequipeño José Luis Bustamante y Rivero, inclinado sobre sus poemas bucólicos a puño y letra, habría soñado encontrarse a un paso de la presidencia de la república. Tampoco Carlos habría sentido estar cerca a la muerte, y a la vez sin consciencia mínima de su inmortalidad. Lejos, muy lejos. Y nunca Alberto Guillén habría imaginado que en tres meses más estaría muerto y sepultado, es decir en octubre. Lo cierto es que entre esta gente, poetas arequipeños y puneños, se hallan sus contertulios, algunos atildados y recelosos porque Carlos es portador del bacilo de Koch, mientras otros lo quieren entrañablemente, sin requisitos, saben quién es, el niño que cayó del cielo.

Es el canto del cisne de Arequepay. Hace buen momento que su devenir inmediato no es seguro, son años violentos y duros, sin embargo tiene una casa donde lo alojan por una temporada, es la última parada de su mistiana estancia. Cambiar de residencia para él no guarda más novedad. Arequipa es su laboratorio, aquí ejerce la docencia y el liderazgo político, como su padre lo hizo hace veinte años en Puno o en Lima. Pero el brillo de esta noche será difícil de olvidar, el brillo de los ojos más hermosos; se han mirado los dos lados de la realidad en el cuarto de los espejos.

Omar Aramayo

Lima, 9 de mayo de 2020.

 

FUENTE:  https://www.facebook.com/omar.aramayo.39/posts/3031934270220133  09/05/2020

(*) Foto "Tranvias de Anataño : https://laherencia-arequipa.com/arequipa-de-antano/nam-molestie-sapien-sed-volutpat-posuere/

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