El sujeto enunciador lírico: aproximaciones a su problemática

Lingüistica & sémiología
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La enunciación lírica es vista actualmente como la totalización de posturas enunciativas que pueden ser movibles de lugar y tiempo. Y que intentan configurarse en un sujeto que al interior del poema busca expresarse: el sujeto enunciador lírico. Sea éste una voz monolítica o fragmentos de voz que coinciden en un espacio de enunciación: el poema, la hoja (el sujeto enunciador no tiene otra posibilidad de existir más que en este espacio de expresión).

Escritos, Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje Número 33, enero-junio de 2006, pp. 65-77

El sujeto enunciador lírico: aproximaciones a su problemática

Diana Alejandra Espinoza Elías 

A todo enunciado subyace una fuente de emisión del discurso que puede marcarse claramente o no en el texto: el sujeto enunciador, que ha tomado relevancia en el ámbito específico de los estudios literarios, especialmente durante las últimas décadas, en la teoría sobre el nero lírico. Su pertinencia en los estudios teóricos se funda en la propia concepción tradicional de este género: lo lírico como manifestación de un 'yo" que expresa sus sentimientos; afirmación que plantea numerosas cuestiones.

El artículo se centra en la revisión de la problemática que surge de las diversas manifestaciones y posiciones del "yo" en el poema, que nos lleva a observar al sujeto enunciador lírico desde una diversidad de perspectivas antes sólo concebidas para el texto narrativo.

All utterances are underlined by source o/ discourse emission that can be clearly marked in the text or not: the enunciating subject that has taken on relevance in the specific area o/ literary studies, especial/ y during the last few decades, in the theory of the lyrical genre. It's pertinence in theoretical studies is founded in the same traditional conception of this genre: the lyrical as a manifestation of an "I" that expresses feelings; an affirmation that poses many questions. The article centers on the revision of the problem that comes from the diverse manifestations and positions of the "I" in the poem, that makes us observe the lyrical enunciating subject from a variety of perspectives conceived only before in terms of narrative texts.

Es bien conocido que el género lírico sigue siendo uno de esos puntos ásperos para la teoría y la crítica literaria. Y aunque ha tenido múltiples acercamientos –centrados en el sustrato lingüístico del poema, en los recursos retóricos, o bien en una taxonomía temática– no se ha alcanzado el desarrollo obtenido por los estudios de los géneros narrativos, a partir de los postulados estructuralistas1.

Sin embargo, la teoría del poema no ha abandonado sus esfuerzos de reflexión teórica y sigue proponiendo nuevos acercamientos al voluble espacio poético. 

Uno de estos esfuerzos de clarificación que ha generado mayor interés en las últimas décadas, ha girado en torno al complejo proceso de la enunciación lírica. Interés que lleva consigo toda la influencia de la pragmática, que alrededor de los años sesenta ponía en el centro de la discusión ya no al enunciado, sino a los sujetos participantes en dicha emisión: enunciador y enunciatario2. Los estudios líricos imantados por esta teoría comienzan a ver el poema como un enunciado especial (o un "tipo especial de acto de habla")3 que involucra a un emisor y a un destinatario, en cuya vinculación, o "comunicación'', toma cabal importancia la identificación del hablante poético (Oomen, 1999, 140). Así, la pragmática centra el interés ya no totalmente en el enunciado en sí, sino en el propio acto de decir como uno de los rasgos fundamentales para la revaloración del género y para una nueva concepción posromántica de la lírica (Pozuelo Yvancos, 1994, 213).

Tales replanteamientos en torno a la fuente del discurso en el poema y sus posibilidades enunciativas son el interés principal de estas páginas, en las que mostraré la problemática del sujeto enunciador lírico en el ámbito específico de los actuales estudios literarios. Antes iniciaré por el reconocimiento básico del género –del architexto, en palabras de Gérard Genette–, y por la revisión de los rasgos genéricos "tradicionales" de la poesía lírica.

l.

La lírica es un género tradicionalmente caracterizado o definido con base en una concepción enunciativa y expresiva. La poesía lírica, se nos ha dicho, es el género en el que el yo (muchas veces identificado con el propio autor o poeta) expresa sus sentimientos4Ejemplifica la afirmación anterior esta definición que podemos leer en el diccionario: "Lírico: f. Género literario al cual pertenecen las obras, normalmente en verso, que expresan sentimientos del autor y se proponen suscitar en el oyente o lector sentimientos análogos." (DRAE, 2001). En esta definición básica se proponen tres rasgos para delimitar el género en cuestión: uno formal (empleo del verso), uno temático-modal (expresa sentimientos del autor), y uno pragmático (tipo de "sentimientos" que pretende suscitar en el lector). Esta concepción subjetiva, exclusiva de un "yo" biográfico5ceñida a los moldes estróficos, sigue dominando en el lector común de poesía, e incluso en algunos sectores de la crítica; esta concepción es, también, la razón para replantearse si la poesía sigue participando de esa definición del género, ya que dichas características no parecen ser determinantes desde hace tiempo.

Desde los siglos XVI y XVII, las poéticas en lengua española, seguidoras de las doctrinas platónicas o aristotélicas, ponían ciertas limitantes a estas nociones. Alonso López Pinciano, en su Philosophia Antigua Poetica (Madrid, 1596), siguiendo a Aristóteles, afirmaba:

La forma poética es la imitación que se hace con palabras, y si de ésta carece la fábula, aunque tenga cuantos géneros de versos hay no por eso se dirá Poesía. La poesía es la imitación de las acciones y vida del hombre, o bien sea su fin alegre, o bien sea doloroso (Vilanova, 1953, 624, énfasis nuestro).

Hay dos rasgos en esta breve cita que contradicen nuestra definición anterior, primero el concepto de imitación, que dota al poema del carácter ficcional necesario para no creer que el poema sea el vaciado biográfico del autor; y segundo, que el verso o métrica no es rasgo esencial de la poesía. Es conocido que las poéticas renacentistas, al menos en lo que a lengua castellana se refiere, desligan la métrica y la veracidad como características imprescindibles de la poesía. Para Pinciano es la mímesis o fábula y no el metro lo esencial a la poesía:

No la prosa y el metro diferencian a la historia de la poética, sino  porque ésta imita y aquélla no; porque si la obra de Herodoto se pusiese en metro y la de Homero en prosa, no por eso dejaría de ser éste poeta y aquél histórico. Esto es debido a que la ánima de la poesía es la fábula. (Vilanova, 607)

Ahora bien, es cierto que "poesía" en la Poética aristotélica abarca al conjunto de artes, sean verbales o no. Nunca refiere a la lírica como tal6. No obstante, para las poéticas renacentistas en lengua española (que es el caso de Pinciano) la reflexión sobre el poema (todavía marcado por la gran tradición épica española) vendría acompañada del desarrollo del género lírico. Es verdaderamente significativo que los dos estudios poéticos españoles más destacados del siglo XVI7 estén ligados a una obra y a un autor que establece una nueva manera (quizá la primera en lengua castellana) de configurar el discurso lírico, en cuanto a forma y estructura, pero también en cuanto a la configuración de un verdadero "sujeto" del poema: de pluma de Francisco Sánchez de las Brozas, "el Brocence", las Anotaciones y Enmiendas a Garcilaso (1577) y del poeta Fernando de Herrera, las Anotaciones a Garcilaso (1580).

En este interés puede verse la magna importancia de la adopción de la canción petrarquista por España, misma que configuró una manera occidental de concebir el poema lírico mediante la construcción literaria de un sujeto con una biografía sentimental: el tan traído y llevado "yo" (y sus complejos heterónimos) que canta sus sentimientos, el amor, el dolor, etc. Por eso, estos estudios hoy resultan de gran importancia como una de las primeras aportaciones al estudio del género lírico en lengua castellana. Y no se diga ya la sustancial aportación literaria de la obra de Garcilaso de la Vega. Desde entonces, al menos en nuestra lengua, el tema del ysigue considerándose el tema lírico, sobre todo tras la entronización que hizo de éste el movimiento romántico. Pero profundicemos un poco en el estatuto elocutivo de dicho pronombre.

2.

En la teoría general del lenguaje, el yo es un pronombre que designa a la voz que emite un discurso (no olvidemos que esta categoría pronominal junto con la del verbo son las únicas que designan a la persona, al menos así es en las lenguas occidentales), lo que denominamos sujeto enunciador. En la teoría de la enunciación, el sujeto enunciador o sujeto hablante es considerado: "una instancia subyacente a todo enunciado, que trasciende la voluntad y la intención de un individuo particular, para transformarse en un figura constituida, moldeada por su propio enunciado existente sólo en el interior de los textos." (Filinich, 1999, 39). Semióticamente es un término empleado para designar al sujeto de la enunciación implícito en el enunciado de cualquier situación comunicativa, fuera de la experiencia singular de un sujeto empírico.

Por otro lado, desde el enfoque pragmático, el yo se aplica a cualquiera que al hablar se designe a sí mismo y asuma la responsabilidad del enunciado, tal como lo plantea Paul Ricoeur: 

Por un lado, "yo" como pronombre personal perteneciente al sistema de la lengua, es un miembro del paradigma de los pronombres personales. En este concepto, es un término vacío que, a diferencia de las expresiones genéricas que conservan el mismo sentido en empleos diferentes, designa siempre una persona distinta en cada nuevo empleo [...] En ese aspecto de término vacío, "yo" es un término viajero, una posición respecto a la cual varios enunciadores virtuales son sustituibles entre sí. [...] (1996, 28-9) 

El yo es, entonces, el primero de los indicadores de la fuente de la enunciación. Señala al sujeto que se designa a sí mismo y que a su vez instala al tú al que se dirige. Cabe hacer, sin embargo, la temprana aclaración de que en la literatura, con puntual énfasis en la lírica, no podemos quedamos en esta mancuerna yo-tú, pues aunque Benveniste considera que son las "verdaderas" personas al ser las únicas necesarias e implícitas en el marco enunciativo8, en la poesía la tercera persona, sujeto de la referencia, interesa mucho, pues es un recurso constante de cierta poesía, desviar la atención del propio yo hacia la tercera persona, singular y plural, que puede entenderse como una desaprensión del yo para participar del mundo.

Otros rasgos claros de identificación del sujeto enunciador son los deícticos "aquí" y "ahora" que se instalan en torno al sujeto y lo determinan. Tiempo y espacio son dos de los elementos importantes para analizar la constante actualización del sujeto en el discurso, pues cada enunciación inaugura un presente, coloca el punto de referencia en función del cual se organizará toda la representación de la temporalidad. A partir del presente del enunciador, se establece la anterioridad, simultaneidad o posterioridad de un acto (Filinich, 1999, 49-50). En cuanto al espacio, Filinich señala que: "toda referencia (a él) implica la instauración de un punto de vista" (1999, 70). Punto de vista que, como amplía la autora siguiendo a Fontanille, remite a una posición determinada del sujeto, pero implica también la participación del objeto. La percepción (como llama Fontanille al punto de vista) "deictiza un espacio (concreto o abstracto, exterior o interior). Ya sea que se trate de un acto exteroceptivo (exterior del mundo exterior) o interoceptivo (percepción del mundo interior) [...]" (71). Estos espacios, esta dialéctica entre exterior e interior, suelen adquirir una dimensión tan importante que por su efecto transfonnan los estados perceptivos y anímicos del sujeto emisor del discurso.

3.

Tras esta delineación general del sujeto enunciador en un marco general de lenguaje, debemos poner atención en un hecho incuestionable: el poema no es un acto de habla. No es tampoco un tipo de escritura común. Por tales razones, el sujeto enunciador que en el poema surja deberá tener específicas señas. Empecemos por decir que ya la pragmática se ha cuestionado sobre el lugar que ocupa la literatura - y, por supuesto, el poema lírico- dentro de los actos de lenguaje y dentro de un esquema comunicativo9. En tanto que los enunciados literarios, los versos de un poema, no pueden ser sometidos a un criterio verista-referencial, como sí lo exige la lógica del lenguaje ordinario, y en tanto que los miembros del marco comunicativo que el poema instaura (emisor y receptor) no se conocen, no se ve al momento de entablar el acto comunicativo (la lectura), incluso, puede ser que no compartan ni la misma época ni el mismo espacio. El receptor de un poema puede no coincidir en ninguna instancia de comunicación "normal" con el emisor de éste. El poema está fuera del espacio y el tiempo, que no sea el espacio de enunciación que existe sólo y a través del papel (por decir un general soporte) que le da vida al yo en el momento preciso de leer el texto.

Todo esto nos lleva a la cuestión: ¿quién habla en el poema? "El poeta", fue la respuesta durante mucho tiempo (como aún lo confirma la definición propuesta páginas atrás). Sin embargo, la propia poesía se ha encargado de mostrar la complejidad de la identidad en el discurso lírico, ya que la construcción de un sujeto enunciador o la búsqueda de su anulación en diversas máscaras nos hablan, más bien, de una construcción del poeta, su personaje. Finalmente, lo importante no es saber si lo que cuenta el poeta es su vida o no.

Lo que importa es entender cómo se construye y conforma dentro del discurso eso que llamamos sujeto enunciador lírico o "sujeto poético", "voz lírica", "yo lírico"10. Términos empleados para designar al sujeto que tiene la palabra, es decir, que instaura todas las marcas de identificación, el "aquí y ahora" del poema. Pues comprender el poema como enunciado textual, en su dimensión sintáctica y semántica, implica un marco de enunciación que ponga en juego, entre otros valores, la situación de un hablante, no identificado, como ya se dijo, necesariamente con un sujeto empírico.

José María Pozuelo Yvancos observa una clara dificultad para definir el género lírico desde el estatuto de la enunciación, por las múltiples posibilidades de concretarse en el poema y por la falta de marcas para identificar al sujeto enunciador, al carecer éste de marcos precisos para ubicarse en el discurso. Dice Pozuelo Yvancos:

El texto lírico no construye siempre, casi nunca lo hace, lo que de antemano precisamos saber para situar a quién habla, cuándo habla, desde dónde habla y, en el otro lado del canal, quién escucha, cuándo y dónde escucha. Esa creación de espacios de indeterminación enunciativa veremos que es un rasgo estructurador y dominante y contribuye a crear un contexto enunciativo muy peculiar que requiere del lector una actitud especial de recepción [...] ( 1998, 55)

Sin embargo, como también lo acepta el autor, no toda la poesía se toma autorreferencial, carente de marcas de enunciación. Es decir, cuando en un poema de Ángel González se expresa: "Aquí, Madrid, mil novecientos/ cincuenta y cuatro: un hombre solo.", de ninguna manera parece que la voz emerge de la nada, desvinculada; y cuando leemos en un poema de Coral Bracho: "[Compuerta agreste lo palpado espectral, contorno/ en el objeto rectangular, en el objeto rampante. El liso hasta el extremo de hondura críptica.", no podemos más que aceptar la dificultad para encontrar los anclajes a la fuente del discurso y comprender su autosuficiencia semántica.

En este sentido, Fernando Cabo Aseguinolaza propone en un animado artículo, que en la poesía moderna permanecen dos influencias principales en la enunciación, representadas por las figuras de Narciso y de Filomena. La primera busca la representación de la identidad del enunciador como un problema del sujeto que siente "la extrañeza fatal ante la imagen propia" (1998, 20). Filomena, en cambio, encarna el "afán por una expresividad pura, ajena a lo conceptual, desprendida de lo enunciativo y del yo poético tradicional." (22) Dos propuestas que más que excluirse son "polos de atracción que caracterizan en un nivel profundo algunas de las tendencias básicas de la lírica moderna y contemporánea." (24).

En la primera de las posturas incluye a Eliot, Baudelaire, Pound, Seferis, Gil de Biedma, Walcott, entre otros; enarbolando el ideal de Filomena están, según Cabo Aseguinolaza, Mallarmé, Verlaine, Rimbaud, cuyo interés en el yo declinó ante el poderío de la musicalidad y de la plasticidad de las palabras.

Viendo lo anterior, más nos convendría decir que cada poema forma una circunstancia panicular de enunciación que singulariza cada situación de enunciación en un "aquí y ahora". Ese "espacio enunciativo" es en el cual se actualizará, precisamente, la competencia de lectura. Es decir, no existe hasta ahora una definición de sujeto enunciador lírico desde un estatuto elocutivo fijo, específicamente lírico, previo al poema, pues, evidentemente, no será lo mismo el sujeto enunciador en un poema de Pessoa que de Pita Amor o Cavafis, o Mallanné. De esta manera, más que ser un elemento establecido, una característica inamovible, la enunciación se presenta como un prisma de posibilidades del decir. 

El yo dentro del poema es una instancia fronteriza de varios discursos y puede asumir muchas voces. Precisamente en la poesía contemporánea se ha optado, muchas veces, por la participación de más de una voz en el poema; es decir, el yo "tradicional" deja oír la voz del otro en su propio discurso, así ese otro deja de ser una "cosa" de la que se habla, para convertirse en un sujeto que habla por sí mismo. Perspectiva inquietante pues permite expresarse, por su propia voz, a una voz diferente, la conciencia de otro.

En este punto, el panorama toma verdadera complejidad, pues al ser considerado el género lírico un espacio propicio para la emergencia de la "subjetividad", es decir, de la expresión de los sentimientos del yo'', su concepción tendrá que ver, también, con la visión de sujeto que cada época elabore y perciba.

Es claro que existe el cambio implícito y lógico en la evolución de todo género; es decir: cada época, con base en sus propias reflexiones y en su praxis estética, ha dado una concepción propia de la poesía (ya hemos señalado que la noción de la lírica griega no es sinónima de la poesía del renacimiento ni del romanticismo). En la época contemporánea, en el seno de múltiples movimientos científicos (la teoría de la relatividad, la fragmentación del átomo, el psicoanálisis freudiano, etc.), cambios sociales (un par de guerras mundiales, la emergencia de la sociedad de masas, el individualismo, etc.) y artísticos (los vanguardismos, la modernidad, el existencialismo y la posmodernidad, etc.) se ha puesto en evidencia que ese "yo" no es un ente simple, cerrado y concluido; muy al contrario, la subjetividad se plantea como un proceso, un irse construyendo a partir del contacto con el mundo. Por lo tanto, el sujeto enunciador lírico tampoco puede ser visto como un ente inmaculado y centrado en el idealismo - herencia platónica- sino como algo "más opaco, más complejo, más denso, más ligado al mundo." (Michel Collot, 2001, 122). Signado por el conflicto con su propio yo y detenninado por la alteridad. (Jesús G. Maestro, 1998, 305-8). Mas esta subjetividad no significa una clausura idealista o una supuesta protección a la interioridad pura, sino se toma un constructo permanente y recíproco entre sujeto y objeto.

4.

No debemos dejar de enfatizar que tanto en la práctica de escritura, es decir, en la propia poesía como en la teoría del poema el sujeto lírico se mueve en giros laberínticos, hasta contradictorios, que ya de inicio arroja muchas interrogantes, como éstas que se plantea Dominique Rabaté en la introducción al libro Figures du sujet lyrique:

[...] comment se manifeste cette intimité qui trouve des voies musicales y métaphoriques pour se faire partager au lecteur ? L'émotion mise en jeu est elle celle du poete, qui serait ainsi tenu d'étre sincere ? Le poete est-il un role ou renvoie-t-il exactement a la personne de celui qui tient la plume? (2001, 5)

El sujeto enunciador lírico sigue siendo una cuestión principal por tratar en tomo al poema, pues a diferencia de los géneros narrativos en los que el narrador, personaje y autor son claramente identificables o en la dramática en la que los personajes también lo son, no es tan claro ni fácil poder marcar con claridad "todos los tipos posibles de enunciación [que] han encontrado realizaciones en el seno de ese vasto continente de la poesía lírica." (Pozuelo Yvancos, 1998, 48).

La enunciación lírica es vista actualmente como la totalización de posturas enunciativas que pueden ser movibles de lugar y tiempo. Y que intentan configurarse en un sujeto que al interior del poema busca expresarse: el sujeto enunciador lírico. Sea éste una voz monolítica o fragmentos de voz que coinciden en un espacio de enunciación: el poema, la hoja (el sujeto enunciador no tiene otra posibilidad de existir más que en este espacio de expresión). Y aunque, como lo ha expresado Dominique Rabaté, es completamente insuficiente ver en el lirismo un desahogo de la subjetividad y definirlo, siguiendo a Jackobson, por la función emotiva o expresiva, porque es precisamente esta posibilidad expresiva el corazón de la crisis lírica (2001, 66-7), no debemos entender con ello la anulación del sujeto, sino, más bien, su transformación. La práctica de la lírica y la reflexión teórica actual nos orientan a concebir un sujeto más consciente de las palabras, de los dispositivos de enunciación y de la relación con la alteridad, cuya movilidad, hasta hoy, ha salvado a este género de toda reducción concluyente. 

BIBLIOGRAFÍA

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PALABRAS CLAVE DEL ARTÍCULO Y DATOS DE LA AUTORA

enunciación - sujeto enunciador - lírica - ''yo" poético

Diana Alejandra Espinoz.a Elías

Maestría en Literatura Mexicana

Facultad de Filosofia y Letras

Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

Palafox y Mendoza 227, Centro Histórico, CP 72000

Puebla, Pue.

Teléfono: 232 38 21

e-mail: Cette adresse e-mail est protégée contre les robots spammeurs. Vous devez activer le JavaScript pour la visualiser.

 

NOTAS

1 Cabe mencionar que en el siglo pasado uno de los primeros esfuerzos por ubicar "el hecho poético" en una teoría general de la literattura fue el trabajo liderado por A. J. Greimas, Essais de Sémiotique Poétique (Larousse, 1971), en el que se incluyeron análisis de poetas franceses tan importantes como Baudelaire, Mallarmé, Nerval, Apollinaire. Además de las propuestas teóricas de Van Dijk y Julia Kristeva en tomo al poema.

2 Por ejemplo: How to do things with words, de John L. Austin, es publicado en 1962, trabajo al que seguirían muchos otros acercamientos.

3 Véase: Samuel R. Levín. "Consideraciones sobre qué tipo de acto de habla es un poema" (Mayoral, 1999).

4 Definición mínima que hoy nos plantea diferentes problemas en torno a otros géneros narrativos que parecen perseguir lo mismo, como la autobiografía, las memorias, etc.

5 El esfuerzo teórico por distinguir al sujeto lírico y al poeta o ser biográfico ha desembocado en diversos trabajos, uno que resulta verdaderamente interesante está escrito por el teórico español José María Pozuelo Yvancos quien afirma, siguiendo de cerca a Martínez Bonati, que: "La comunicación lírica [ ... ] no deja de estar en cuanto a comunicación literaria, afectada por la intrínseca naturaleza ontológica de la constitución del fenómeno literario que siempre presupone un hablante ficticio 'necesario elemento de toda literatura"' (Pozuelo Yvancos, 1997, 262).

6 Sultana Wahnón destaca en su artículo "Ficción y dicción en el poema" que aunque: "Aristóteles no menciona en ningún momento a lo largo de su obra a los poetas líricos por su nombre genérico melopoi [...] contempló en su Poética la existencia de poemas cantados, de canciones y, por tanto, de lo que en su tiempo se consideraba poesía lírica." (1998, 80-81). Para un acercamiento más profundo en el desarrollo del concepto y género lírico puede también revisarse Teorías de la rica (Guerrero, 1998).

7 No ignoramos la existencia de otras obras como la de Manuel Sánchez de Lima, Arte Poética en Romance Castellano (Alcalá de Henares, 1580): Arte Poética Española (Salamanca, 1592) de Juan Díaz Rengifo: o Arte para componer en metro castellano (Zaragoza, 1593) de Jerónimo de Modragón. Pero su atención casi exclusiva a la métrica las convierte en tratados más de retórica que de poética.

8 "En las dos primeras personas hay a la vez una persona implicada y un discurso sobre esta persona [...] La forma llamada 3ª persona trae consigo por cierto una indicación de enunciado sobre alguien o algo, mas no referido a una "persona" específica. [...] La consecuencia debe ser formulada netamente: la "3ª persona" no es una "persona"; es incluso la forma que tiene por función expresar la no-persona." (Benveniste, 1991, 164).

9 Buenos ejemplos de estas reflexiones pueden hallarse en Pragmática de la comunicación literaria (Mayoral, 1999). 

 

 

 FUENTE: 

http://cmas.siu.buap.mx/portal_pprd/work/sites/escritos/resources/LocalContent/20/2/dianaespinoza.pdf consultado y copiado el 11-01-2021

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