"¿Qué rol cumple la palabra “locura”? No lo sabemos con exactitud; la locura puede significar las costumbres vigentes y aristocráticas, un mundo ajeno a su vida, un universo alienado y absolutamente chocante para tildarla de “locura”."
Por: Fabio Cabrera Morales
12/11/2013
No se podría saber o precisar sobre la clase de maldición que persigue a los poetas peruanos hasta su lecho de muerte. Hay cuantiosos ejemplos de poetas y de los males que poseyeron estos escritores nacionales: enfermedades, pobreza, contextos bélicos, etc. Uno de ellos, Carlos Oquendo de Amat (Puno, 1905 – España, 1936), no obstante su importante condición social familiar en su nacimiento –era familiar directo del Virrey Amat–, al pasar los años y migrar a la capital por dificultades económicas, sufrió una serie de sucesos emocionales desgarradores que lo marcaron de por vida. Al ser, en la década de los años veinte, partidario del socialismo y opositor a las dictaduras de Sánchez Cerro y Benavides, fue deportado al extranjero, donde, años después, terminará su vida agonizando de tuberculosis en la ciudad de Navacerreda; ni siquiera su túmulo pudo resistir a la devastadora Guerra Civil española, que estalló el mismo año de su muerte.
Pero, en realidad, ni esa guerra ni otra pudieron contra él y su inmortalidad en las letras a través del tiempo. Cuando murió en la sierra española, cargado de depresión y de miseria, ni cañones ni enfermedades ni pobreza pudieron llevarse los 5 metros de poemas, su único libro compuesto por 21 poemas, que dejó su legado literario; póstumamente es una de las obras más ejemplares de la vanguardia latinoamericana.
Previo a revisar los versos del poema leído, hay que saber de ante mano que su lírica se caracteriza por expresar su naturaleza interior, por su incesante rebeldía a lo normal, por la ternura e ironía, y, principalmente, reflejado en los versos de su obra maestra, por sus juegos gráficos en las palabras.
Carlos Oquendo de Amat seguramente, al llegar a Lima muy pequeño, vio a la ciudad con timidez, como si entrara en un universo cosmopolita, distinto psicológicamente a su lugar de origen y, al fin y al cabo, como si estuviera en un universo efímero a sentimientos ingenuos.
Tuve miedo / y me regresé de la locura, estos primeros versos nos presentan la perspectiva que tenía el poeta puneño respecto a su contexto, ya que tuvo miedo de entrar en él. Siente temor e incluso hasta un posible rechazo a la cultura capitalina aristócrata de ese entonces, y la expresa sutilmente a través de su ironía disfrazada de una cierta inocencia. Ahora bien, ¿qué rol cumple la palabra “locura”? No lo sabemos con exactitud; la locura puede significar las costumbres vigentes y aristocráticas, un mundo ajeno a su vida, un universo alienado y absolutamente chocante para tildarla de “locura”. Según el investigador de la vida y obra del poeta vanguardista, Carlos Meneses Cárdenas, a propósito de este verso, propone lo siguiente: “el poeta se aleja del bullicio y el conformismo, huye a su Puno tranquilo,… Siente angustia de convertirse en uno más. Vislumbra la despersonalización, y se horroriza” (1973: 168-169).
Luego Oquendo de Amat describe el camino y las características de ese universo ajeno donde él no quiere entrar, y las asocia a las cosas o actividades comunes de la vida urbana: Tuve miedo de ser /una rueda / un color / un paso; en efecto, la subjetividad de Oquendo hacia Lima está sintetizada en esas tres figuras: una material (“rueda”) y dos abstractas (“color” y “paso”). Esto también nos lleva a inferir que Oquendo fue un hombre con un pasado muy marcado, con una infancia muy relevante para sus memorias, dado que aún tenía los recuerdos estereotipados sobre la ciudad cuando llegó, y hay que recordar que pisó suelo limeño para establecerse aproximadamente a los seis años de edad.
Esta tesis se refuerza aún más al contemplar las palabras escritas en su siguiente verso, PORQUE MIS OJOS ERAN NIÑOS. Posiblemente quiera referirse a que el miedo anterior a entrar en la locura lo vivió cuando era niño, y, por supuesto, sus ojos eran sus principales medios, sus armas protagonistas para transmitir ese temor y descripción de un sutil repudio a la capital y sus costumbres cosmopolitas. Empero, desde otro punto de vista, no quiera referirse estrictamente a que en ese momento era niño, tal vez tuvo una intención de generalizar esa impresión y relacionar el apelativo “niño” con la inocencia en sí, pero sin fronteras de edad.
Luego, su resistencia a entrar en el mundo cultural y tradicional limeño –muy diferente al ambiente provinciano–, su lucha y miedo por aferrarse y no entrar en la “locura” llegan a su máximo esplendor cuando relaciona su pasión conservadora y bohemia provinciana al símbolo más elemental de las emociones: el corazón. Y mi corazón / un botón / más / de / mi camisa de fuerza. Su órgano vital representa la terquedad de su lado emotivo por quedarse con su antigua vida y no adaptarla a la vida cotidiana limeña. Su corazón solo era eso: una pieza más que lo retenía en su subjetividad.
Por último, los prejuicios y la oposición a la adaptación de un entorno por parte de uno mismo no duran para siempre. Carlos Oquendo de Amat tuvo que asimilar ese contexto que no podía ser de ninguna manera ajeno a su realidad: uno es criatura del proceso que posee la sociedad en la que vive a su debido tiempo. El poeta hace, en fin, a través del poema, un recuerdo y un rescate de su postura desde que llegó a Lima, desde que era un pequeño que veía sorprendido y algo resguardado al mundo urbano capitalino. Pero en sus dos últimos versos finalmente se rinde o, dicho en otras palabras, se da cuenta de que al entrar en el mundo que no quería, sus estereotipos y prejuicios sobre eso no eran tan ciertos: Pero hoy que mis ojos visten pantalones largos / veo a la calle que está mendiga de pasos. Sus ojos (que no necesariamente se refieren a los órganos de la vista, como ya se ha tratado) que ahora ya visten pantalones largos, es decir, que ya no son niños sino maduros, ve a las calles, principales espacios del urbanismo limeño, como algo vacío que debía estar lleno, lleno de distintas figuras que él asociaba: colores, pasos, ruedas, etc.
Por ende, y tomando en cuenta que este es uno de los pocos poemas en el que el poeta puneño refiere algo sobre su propia vida (Carlos Meneses 1973), los impactos emocionales a lo largo de su vida hasta su juventud, por lo menos, están sintetizados en poema del manicomio; desde la descripción poética gráfica de su llegada a Lima hasta su adaptación.
El escriba lírico, y amante del cine, es un incesante de la poesía que muestra aspectos de la naturaleza interior de uno mismo, sin empalagarnos en la lectura de su obra. Asimismo, a pesar de su paupérrima y, en varios años, cruel vida, nunca se rindió a las difíciles implicancias que esta le presentó, como si lo odiara. Hasta sus últimos días donde estuvo internado en Madrid, quejándose de la terrible asfixia que le causaban sus pulmones carcomidos por la tuberculosis, pedía que se le trasladara a la sierra de España para poder respirar aire fresco. Fue tan optimista su traslado que psicológicamente sobrevivió unos días más, hasta que su salud colapsó y no pudo expulsar a la temprana muerte; fue un poeta que, a pesar de las trabas que le puso la vida misma, nunca renunció a sus ansias de vivir.
Bibliografía:
AYALA, José Luis, 1998 Carlos Oquendo de Amat: cien metros de biografía, crítica y poesía de un poeta vanguardista itinerante. De la subversión semántica a la utopía social. Lima: Horizonte.
CÁRDENAS MENESES, Carlos 1973 Tránsito de Oquendo de Amat. Las Palmas de la Gran Canaria: Inventarios Provisionales.
OQUENDO DE AMAT, Carlos 2013 5 metros de poemas. Lima: Ediciones Contracultura.
FUENTE:
Créditos:
Fotos: https://www.ilpost.it/2014/07/10/ex-manicomio-mombello/mombello-23/